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Tecnofeudalismo

Cédric Durand

TEORÍA Y ENSAYO

Si estamos asistiendo a un cambio cultural, tecnológico e incluso humano sin precedentes, que implica un salto cualitativo en la historia de la humanidad y del mundo, es algo que numerosos teóricos, filósofos, artistas se plantean. Muchísimos de los libros que se escriben son ensayos de respuestas, diversas, contradictorias, hipotéticas, más o menos fundamentadas, más o menos serias, más o menos comprometidas, a esa pregunta. Que es una pregunta crucial por varios motivos: más allá de toda posibilidad de certeza, lo que está sucediendo nos hace partícipes de cambios profundos que afectan al planeta, al concepto mismo de lo humano, a los modos de vivir y habitar este mundo, pero sobre todo al futuro, y hasta a la mera posibilidad de que lo haya.

Es solo a partir de una reflexión seria sobre el presente como se podrá operar sobre ese futuro, a menos que se lo deje librado a los movimientos de los intereses particulares de quienes lucran con estos cambios para acumular su capital, se mida este en términos de dinero, o de poder, o ambos.

El trabajo de Cédric Durand propone un modo de pensar esta actualidad, y sus dificultades, desde el punto de vista económico, que es también un punto de vista social. Con un amplio recurso a trabajos anteriores de teóricos tanto de la izquierda como de la derecha, de Marx al anarcocapitalismo, Durand muestra cómo el punto al que ha llegado la economía guiada por las big tech está ubicado en una posición opuesta a la del consenso de Silicon Valley.

Si aquel consenso partía de la idea de que la tecnología iba a propiciar una apertura hacia la libre competencia en el mercado de pequeñas empresas emergentes, una libre circulación de información y saberes descentrados en las redes, y un saludable intercambio económico, el modo mismo de funcionamiento de las tecnologías digitales no hace sino trabajar hacia una concentración cada vez mayor de dinero y poder en manos de los gigantes tecnológicos.

Esto es así por varias razones. La tecnología digital aumenta su poder gracias a los bienes intangibles y a la recolección de datos que se entrecruzan desde diferentes fuentes para adecuar sus servicios a cada cliente. Las aplicaciones mejoran su rendimiento en la medida en que son más usadas y concentran el acopio de informaciones diversas dejadas por los usuarios como huellas digitales. Por eso las big tech se han abocado, entre otras cosas, a absorber a las pequeñas empresas emergentes. Los datos son escasos, y se han desarrollado medidas para protegerlos como propiedades de las empresas más grandes. 

Al mismo tiempo, como las aplicaciones funcionan mejor en virtud de esa centralización de datos porque esta permite a los algoritmos proponer productos y servicios acordes a cada perfil, estos usuarios son capturados, como siervos de la gleba medievales, en esas aplicaciones. El costo social, laboral y económico de salirse de ellas es imposible de pagar (aislamiento social, falta de circulación, etcétera).

Se suman a ello otras características del sistema económico medieval (basado en la dominación, la servidumbre y el vasallaje), como el hecho de que hay un dominio monopólico de una clase sobre los activos indispensables para la reproducción de las condiciones de subsistencia como fundamento de la apropiación de un excedente (los datos); de que los trabajadores precarizados se adaptan a las exigencias de su amo en términos de servicios o de pagos. En último lugar, si bien el trabajo parece libre, hay un arraigo en la dependencia de los trabajadores respecto de las redes de captura de datos y la dificultad para emigrar de una a otra o para mantenerse al margen.

Por ello Durand afirma que nos encontramos en una nueva etapa a la que llama, como lo hace también Yanis Varoufakis, “tecnofeudalismo”, caracterizada, por lo menos en el ámbito de Estados Unidos, por: (1) monopolización de los conocimientos y centralización de los medios algorítmicos de coordinación de las actividades humanas; (2) ausencia de contrapesos por parte del poder público que da lugar al desplazamiento del poder de organización de lo social a manos de las big tech; (3) capacidad de influencia excepcional y creciente de los actores privados sobre los comportamientos individuales y colectivos. En otros términos, una privatización de lo político y el odio a la igualdad en un empuje antidemocrático creciente.

Muy lejos del tecnooptimismo, una visión interesada e ideológicamente fomentada por los mismas big tech, Durand tampoco se inclina por una concepción catastrófica. Porque hay una dimensión de lo que se define como humano que se niega a ser reducida, se niega a su instrumentalización y robotización. En todo caso se deja vislumbrar la cercanía de un quiebre posible, por la agudización de una crisis y un malestar producto de la negación de la actividad autónoma y creadora que disloca las subjetividades individuales y colectivas que expropian al ser humano, en el trabajo y en todos los aspectos de su vida, de su propia existencia.

El análisis, bien fundamentado, historizado y argumentado, es, a la vez que demoledor, portador de cierta esperanza. Su lectura resulta indispensable porque explica y provee de la dimensión más fáctica y económica a críticas como las de Éric Sadin, quien no ha dejado de alertar sobre los intereses que subyacen a las ideas, ampliamente difundidas y aceptadas, de la creciente digitalización como una democratización y un mejoramiento de las formas de vida. En su ejecución, estamos asistiendo a la concreción de lo contrario: concentración del poder en manos de algunas empresas poder económico y político, poder de modificar los modos de vivir y de pensar con la imposición de criterios de eficacia y validación sustentados en algoritmos, control de las vidas privadas, fragmentación y dispersión en la difusión de saberes e información, y una disminución del desarrollo de capacidades intrínsecamente humanas por la adecuación a formatos robotizados de comportamiento que generan frustración en el nivel profesional, social e individual.

Cédric Durand, Tecnofeudalismo. Crítica de la economía digital, traducción de Víctor Goldstein, La Cebra-Kaxilda, 2025, 304 págs.

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