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Sin ser el primero ni el último en preguntarse qué es lo contemporáneo en el arte contemporáneo (global), la respuesta que nos ofrece Tradición y deuda. El arte en la globalización, del historiador del arte, profesor y curador neoyorkino David Joselit, no deja de ser original: lo contemporáneo se juega en procesos polémicos, dinámicos y abiertos de sincronización de genealogías culturales diversas. Hiperconsciente de los límites y opacidades de su propia posición enunciativa (emergente de uno de los centros neurálgicos de la escena artística mundial), el libro acierta a problematizar y a desplegar de manera crítica una historia de la globalización del arte contemporáneo con foco en las múltiples formas en que se articulan, tensionan y negocian, vale decir, sincronizan, temporalidades, territorialidades, genealogías, prácticas y relatos disímiles.
En este marco, tradición y deuda no sólo nacen como conceptos indisociables de la lógica del capitalismo neoliberal, sino que nombran potentes vectores de sentido que motorizan complejas dinámicas de valorización y autorización, simultáneamente económicas y culturales, estéticas y ético-políticas. Tradición, sostiene Joselit, no sólo apunta a la legibilidad de una determinada herencia bajo condiciones culturales particulares, sino a los recursos políticos y controversias éticas que se ponen en juego para recrearla. Deuda, nos recuerda de la mano de Jameson, Harvey y Butler, entre otros, no sólo alude a una serie de formas de desposesión y desigualdad, colonización y esclavitud, sino también al rol medular del arte contemporáneo en esta nueva economía política global, como recurso cada vez más permeable a la mercantilización (branding urbano, festivales, ferias, bienales, coleccionismo, museización, archivismo, etcétera) y, a la vez, como espacio de lucha que insiste en desafiar y relanzar la pregunta por sus formas críticas.
La travesía de Joselit es ambiciosa y ofrece una extensa y documentada investigación que contradice la narrativa ascendente, homogénea y lineal del historicismo modernista etnocéntrico, a la vez que reactiva productivamente sus fetiches de apropiación y contraapropiación, reenactment, tradición-en-uso, ready-made… Pone de relieve otras, inquietantes y asimétricas, tramas de sentido que desmienten cualquier versión armonicista y multicultural del pluralismo artístico. La noción política de sincronización busca hacerles justicia a las capas temporales disímiles que anudan tradiciones artísticas y culturales locales, procedimientos formales y formas de autorización que no se dejan ya leer bajo los protocolos de la “autenticidad” —esa insistente metafísica del origen—, pero tampoco confirman esa suerte de eterno epigonalismo atribuido a quienes, desde diversas coordenadas del mapa, leyeron y se apropiaron de la tradición modernista euronorteamericana supuestamente “a destiempo” y “fuera de lugar”. Contra esta lectura, la genealogía que postula Tradición y deuda anuda la emergencia del arte contemporáneo con una serie de narrativas estéticas, históricas y políticas conflictivas escritas al pulso de una sincronización entre lo que Joselit denomina lo “moderno poscolonial” (en África), el “realismo socialista” (en China y la Unión Soviética) y las prácticas del underground (en Latinoamérica y Europa del Este).
Sin temerle al trazo grueso de esta división tripartita, la mirada de Joselit busca menos una lectura pormenorizada de casos y escenas singulares que una provocación teórica capaz de desestabilizar el relato ideológico dominante, aportando otros énfasis y subrayados que nunca se limitan a hacer ingresar a los “otros” dentro de una epistemología establecida. Por el contrario, lejos de la restitución de un outside romantizado, logra arruinar binarismos simples (empezando por el que opone tradición y modernidad) y busca más bien exponer contaminaciones y porosidades estructurales y constitutivas en territorios que sostienen legados conflictivos desiguales. Esta trama en syncro de negociaciones modernas con la tradición supone batallas estéticas, éticas y epistemológicas que no dejan de reescribirse. Una política no conservadora de la herencia, puede decirse parafraseando a Derrida, que exhorta a reinterpretar, a criticar, a desplazar, es decir, a intervenir activamente lo heredado para que tenga lugar una transformación digna de ese nombre. En otras palabras, para que algo ocurra: la historia, un acontecimiento, el imprevisible porvenir.
David Joselit, Tradición y deuda. El arte en la globalización, traducción de Paola Cortes Rocca, Adriana Hidalgo, 2022, 426 págs.
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