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Probablemente se lo encuentre en uno de esos rincones que se han vuelto ineludibles de toda cadena de librerías de la ciudad de Buenos Aires, en ese saturado y monocromático compendio de libros feministas. Tal vez Vidas en lucha podría pensarse como un caballo de batalla tamaño pinypon. Es un libro difícil de encasillar y esa quizás sea su búsqueda, su hallazgo y también su problema.
¿Son conversaciones, como indica el subtítulo? Aun cuando ciertas marcas de oralidad nos lo presenten así, hay algo en su efecto total que aleja esa imagen. La forma charla les permite a las autoras hamacarse entre preguntas que comprenden distintos temas, todos, o casi, los temas de los que hoy se debe hablar. Pero algo fundamental del diálogo no está: las ideas inacabadas que dejan en el espacio un silencio y al análisis, un lugar. En el afán de que Butler tenga respuesta para todo lo que sus interlocutoras no pueden responder, tal vez el texto se esté mordiendo la cola.
En el libro se intenta remarcar la línea del boceto de un nuevo marco de inteligibilidad. Una identidad mutante que es obra en construcción permanente, afecto y efecto de las opresiones que la rodean; una interseccionalidad todavía permeada por los feminismos que supimos conseguir. Ese es el recorrido que estipulan las conversaciones. Ir ampliando de a poco el terreno, pero siempre dentro de un mismo contorno. Como si todo tendiese a verse desde un plano general estancado a la altura de los ojos, con leves atisbos de drones que nos muestran las marchas en la Argentina y los refugiados en el mundo. El encuadre no deja de estar atado; siempre moviéndose, de una manera u otra, en un mismo escenario.
Tal vez cabría considerar el libro como una sola y gran conversación. En ese plural con que se subtitula el libro —para esquivar o albergarse en algún límite— se desdibuja el hilo conductor que podría haberle dado otro marco de recepción. El desplazamiento resulta un tanto extraño. No sólo porque van pasando temas como parte de una lista (de reproducción) que tiene que completarse, sino porque en ocasiones las preguntas tienden a buscar un cierre que las respuestas se esfuerzan por abrir.
En cuanto a la teoría butleriana, hay tan sólo unos pequeños esbozos de las novedades que conciernen a su último libro en solitario. En ese sentido, la forma de la charla plasmada en el papel encarna lo que Butler dice en una de sus respuestas: “estoy a favor del volverse inteligible y, al mismo tiempo, soy consciente de que debemos ser críticas de los modos dominantes de inteligibilidad”. Se podría, entonces, pensar el texto como una introducción algo superficial con subtítulos en criollo y a la orden del día.
De todas maneras, mucho es reacción pura y dura al montaje de las bienaventuradas preguntas, las minuciosas y esperables citas que abren cada apartado y las respuestas que buscan desencajar el tan cuidado equilibrio de un jenga que se sostiene con una única madera. Pero en este oscilar no dejan de quedar esquirlas. Pequeños interrogantes que giran aun cuando pareciera todo estar petrificado en un plano fijo. Es por eso que, sobre todo teniendo en cuenta lo que hoy entendemos como feminismo en tiempos del 34 Encuentro Nacional de Mujeres y comunicados que estipulan quién queda adentro y quién afuera del margen, el pequeño objeto libro se transforma en un caballito de batalla.
Judith Butler, Virginia Calvo y Laura Fernández Cordero, Vidas en lucha. Conversaciones, Katz, 2019, 72 págs.
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