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Francisco es un libro compuesto por un monólogo dramático y un breve apartado de anotaciones y traducciones. Lo que se percibe como muy nuevo es que, en una época en que no se puede ya afirmar con seriedad que la poesía sea misterio, Crotto logra ir más allá: el misterio se atraviesa y se devuelve metamorfoseado en un más acá sensible, sorprendente. Fiel a las figuras paradojales que la nutren, a las antinomias que están en la base bíblica tanto como en la retórica del amor cortés y místico (del cual aquel tal vez no haya sido en su origen sino una variante hereje), la poética de Crotto se despliega en este texto con una finura inaudita y encuentra en cada caso para la antinomia su espacio de intercambio o litoral, su borde difuso o, mejor, su desarrollo como cinta de Moebius que permite que un elemento sea al mismo tiempo su contrario, sin grandilocuencia alguna (sol, agua, viento, tierra, cielo, abeja, hormiga, clavo, mar).
Si algo caracteriza esta búsqueda por reinscripción o aun refundación de un discurso, de un imaginario, es una locución recatada, un trabajo poético en la estela del genus humile, por el lado de la puritas (el lenguaje común) y de la perspicuitas (la claridad en la enunciación). La tradición que se toma es la que está en la base misma de la poesía en lenguas romances (es conocido el trayecto del itálico modo del dolce stil nuovo a las tierras castellanas) y la de su sonoridad específica (ritmo y rima de los versos diversos que, también, Crotto maneja con soltura); el trabajo de la diferencia se hace por el lado de la dicción y sus variaciones. Como lo elige, franciscanamente, en un verso: no la catedral, sino la hormiga: “Amigos, Dios es raro. // Es tan grande que es mínimo. // Él se alegra en el vuelo de una libélula, / en los puntos negros de los pétalos rojos, / en el quejido del pichón desplumado, / en la textura ciega de la larva en su boca. // Y va a los túneles temprano a despertar a las hormigas”.
Pero si volviéramos al misterio como centro, se diría que el poeta rescata y revierte en un modo particular (unos sonidos, unas imágenes) el núcleo poético de la experiencia de lo divino. Pone a repicar así lo más sensible de la tradición católica, no sólo en el personaje de la elocución, Francisco, y su sin par Cántico, sino en lo que hace de base a esa visión del mundo: en la música del poema resuenan los salmos y las letanías con su poder convocante, el amor por las criaturas (creaciones de un Dios amoroso), la aceptación de la belleza y del alma sensible que se fraguan en el dolor, el amor y lo amado, entre otras.
No menos que una catedral, una hormiga, pero vista desde adentro: el poema se adelgaza hasta volverse hormiga, varía con las variaciones de sus objetos para proceder a una transustanciación poética de la voz y el mundo. La que permite esperar: “Y nacerá una carne que sólo sepa amar”. Ahí su religiosidad profunda. Y, sobre todo, el cántico, la alabanza como fuente del poema, un estado de afirmación no banal.
A contrapelo de lo actual, y por eso mismo más actual que cualquier otro, el libro de Alejandro Crotto es un modo de la felicidad. Quedamos invitados a dejarnos llevar.
Alejandro Crotto, Francisco. Un monólogo dramático, Bajo la Luna, 2017, 41 págs.
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