El impostor

Javier Cercas

LITERATURA IBEROAMERICANA

Enric Marco es uno de esos personajes pirandellianos que hacen de la máscara su razón de ser. Una máscara engendra otra: estratos superpuestos que borran definitivamente los rasgos originales, hasta sembrar la duda sobre si alguna vez existieron. Durante los últimos cuarenta años, los de la democracia española, Marco ostentó tres puestos de poder, como líder sindicalista, como dirigente de una asociación de padres de alumnos y, sobre todo, como presidente de la Amical Mauthausen. Porque durante esas cuatro décadas construyó una imagen y una historia de resistencia antifranquista y de internamiento en un campo nazi. Se hizo famoso en mayo de 2005, cuando un historiador demostró que su viaje a Alemania no se debió al exilio sino al trabajo voluntario, y que nunca estuvo en Flossembürg. Entonces, de la noche de la mañana, de ser un ejemplo moral pasó a ser un miembro ilustre de la Historia Universal de la Impostura. Un personaje ideal para Javier Cercas.

El impostor es un brillante tour de force entre dos titanes. En una esquina del cuadrilátero, Marco accede a hablar con el escritor, a contarle su vida, su nacimiento en un manicomio, su infancia ambulatoria, sus supuestas aventuras en la Guerra Civil, su dedicación a la mecánica y a la metalurgia, sus tres mujeres y sus tres familias (la primera, secreta), sus contactos al final del franquismo con jóvenes que vieron en él a un héroe, su decisión de empezar a mentir para convertirse en quien nunca fue. En la otra esquina del ring, Cercas no sólo escribe una crónica magistral, llena de fuerza y de matices, detallista hasta la obsesión, compleja; también sabe administrar los ganchos de derecha y de izquierda, porque no se pelea sólo con un paladín de la mentira, sino también consigo mismo, con sus defectos y sus límites y sus sombras. Por eso decide, en el tramo final de la obra, incluir un diálogo imaginario con Marco en el que este le saca los trapos sucios, le recuerda que ambos son productos de la moda y de la industria de la memoria histórica, que todo escritor es un impostor y que lo son particularmente los que escriben siempre sobre la impostura.

Como tantas otras grandes crónicas de nuestra época (como La muerte del padre, de Karl Ove Knausgård; como El hambre, de Martín Caparrós), el libro incluye altas dosis de ensayo. Cercas recupera en esos capítulos los temas y los referentes que lo han acompañado en artículos y textos ensayísticos durante los últimos quince años (Platón, Cervantes, Faulkner) y añade una genealogía contemporánea de su “relato real”: A sangre fría de Truman Capote y El adversario de Emmanuel Carrère. Eso le permite vehicular una atormentada reflexión moral sobre la posición del narrador respecto del difícil material narrado. Intuyo que también Verano de J.M. Coetzee y Limónov del propio Carrère han influido en la inyección en el género de la (auto)biografía de confesión, de psicoanálisis y de autoexamen implacable. La novela sin ficción crece con ese diálogo internacional.

Lo único que he echado de menos en el libro ha sido, precisamente, que la reflexión sobre eso que llamamos “memoria histórica” trascendiera el marco español y europeo, porque se trata de una discusión global. Una discusión que tal vez no puede darse sin partir de la industria del holocausto que se empezó a configurar, como muy tarde, en los años ochenta en Estados Unidos y en Israel. Pero tal vez sea pedirle al libro algo que no tiene por qué darnos. Al fin y al cabo, con él Cercas concluye una trilogía profundamente española, la que configuran Soldados de Salamina, Anatomía de un instante y El impostor. Si se convirtiera en el futuro en tetralogía, a los casos de Rafael Sánchez Mazas, Adolfo Suárez y Enric Marco podría añadirles el de Jordi Pujol.

 

Javier Cercas, El impostor, Literatura Random House, 2014, 420 págs.

27 Nov, 2014
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