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Huracán de negras palomas

Azahara Palomeque

LITERATURA IBEROAMERICANA

Pasa un huracán. Arrasa con toda la parte baja del distinguido distrito La Loma y otras regiones mucho más pobres de la ciudad ficticia de New Wonder. La casa de los Blanco-Sorensen se inunda y se resquebraja, y los tres miembros de la familia son evacuados a un hotel de baja categoría, que huele a “moqueta rancia”. Esta es la premisa de Huracán de negras palomas (García Lorca dixit), primera novela de la surespañola Azahara Palomeque. Sin embargo, este no es un texto sobre los estragos que puede provocar un nada improbable huracán destructivo sobre la costa este de Estados Unidos en tiempos de cambio climático. Esto es apenas un telón de fondo para que el fluir de la conciencia —o la lapicera, según cada personaje— comience: empieza Violet, la hija adolescente afro que escribe sus “chorradas” en sus cuadernos o donde puede; sigue su madre, la académica progre, cristiana y blanquísima Ashley; por último, el padre, el abogado hijo de cubanos Matthew Blanco. El huracán que destruye la casa sirve para mostrar que esa casa nunca se podrá reconstruir, quizás porque sus cimientos fueron siempre defectuosos: tanto los vínculos íntimos que unen a los tres personajes, como los sociales, que pretenden sostener la ficción de que una adolescente negra, una mujer blanca y un hombre latino son iguales, que pueden ser, juntos, una familia.

Esta primera novela de la también poeta y ensayista Palomeque tiene muchos puntos altos, pero posiblemente el principal sea captar un clima de época, que no versa puntualmente sobre el racismo, el declive de la sociedad americana —o de su sueño, que es lo mismo— ni incluso sobre la amenaza concreta y real del cambio climático y los eventos extremos que se potencian y prometen los peores pronósticos. Este clima de época que se retrata es el hastío, una suerte de cólera que ya no se dirige hacia “los políticos” y ni siquiera hacia un otro, sino que se arremolina dentro de cada hogar, contra los propios. Esta cólera está exacerbada intencionalmente por unas voces que no se pretenden realistas desde el momento en que hablan un español castizo lleno de modismos propios de la península ibérica —el hijo de cubanos fabula con la posibilidad de aprender español, y lo dice en ese idioma—. El pastiche que obliga a leer la novela como una traducción de un original en inglés que no existe se pliega sobre un lenguaje poético, en especial en la voz de la adolescente, que parece regodearse ante cada imagen que dibuja con su lápiz, con sus palabras: “Antes de que vinieran a sujetarme, pude ver los árboles arremedando banderas; tremolaban abatidos y el follaje se concentraba en dirección oeste formando un tapiz atado al mástil combado”, dice, por ejemplo, mientras el huracán se desata y ella traza con las esquirlas de una taza rota “un mapa sobre el antebrazo que simulaba la ruta esclavista inaugurada por los primeros pobladores de América”.

El relato de Palomeque parece el reverso de la popular serie televisiva This Is Us. Como allí, acá también hay familias compuestas por blancos de buenas intenciones que adoptan a niños negros, o gente de clase acomodada que adopta a niños también negros, pero ahora marcados por el estigma de la pobreza. Incluso Matthew, el pater familias machista y feminizado al mismo tiempo, parece un émulo del Miguel de This Is Us, hombres buenos buenos, que están como parte del decorado, en su función de apoyo a la mujer blanca (en el caso de Ashley, el hecho de ser blanca parece pesar más en la balanza que su condición de mujer). La diferencia principal con el boom televisivo que intentó mostrar a la nueva familia norteamericana —compuesta por negros ricos y pobres, white trash y blancos prestigiosos, obesos sexualizados, mujeres militares, adictos, alcohólicos y, claro, el infaltable Nick, estereotipo norteamericano por excelencia— es que, si bien allí los conflictos no escasean, acá son omnipresentes, son todo lo que hay, una enorme furia contada a tres voces, que hacen avanzar el relato a través de un año completo de fugas y de búsquedas, de recuerdos y de anhelos, de reconstrucción y de contemplación de lo que fue destruido. Un vendaval de palabras que nos deja absortos ante la contemplación de lo evidente: esto es lo que puede un huracán.

 

Azahara Palomeque, Huracán de negras palomas, La Moderna, 2023, 226 págs.

15 Ago, 2024
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