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Te vendo un perro

Juan Pablo Villalobos

LITERATURA IBEROAMERICANA

Juan Pablo Villalobos (México, 1973) tiene una capacidad única para crear voces escoradas, inusuales y tremendamente potentes, y su personal mirada sobre el mundo acaba por transformarlo. En Fiesta en la madriguera (2010) era un niño, el hijo de un narco, el que hablaba y buscaba comprender el mundo —mágico y violento— que lo rodeaba. En Si viviéramos en un lugar normal (2012), empleaba la perspectiva de un adolescente fascinado por las quesadillas y obsesionado por salir de su lugar y encontrar algo mejor. Ahora, en Te vendo un perro, el narrador es un anciano taquero, artista frustrado, escritor en ciernes que siempre anda con la Teoría estética de Adorno bajo el brazo para solucionar problemas. En todos los casos, Villalobos logra dotar de una personalidad precisa y un tono apropiado a esas voces que acaban convirtiendo el mundo que habitan —por lo general desencantado y precario— en un lugar mágico y lleno de proyecciones subjetivas que modifican el contexto: la ingenuidad en medio del mal, la ilusión en medio de la desesperanza o, en este caso, la sabiduría en medio de la precariedad.

En Te vendo un perro, Teo, el anciano protagonista, cuenta una historia que transcurre en varios tiempos: el pasado de la infancia, presidido por la precariedad familiar y la relación difícil con sus padres; la juventud, donde aparecen artistas olvidados, pintores cuya fortuna crítica ha sido eclipsada por los grandes nombres del arte mexicano; y especialmente el presente, situado en un edificio cochambroso que casi viene a ser la metáfora perfecta de un país lleno de desconchones y plagas que resisten a marcharse. En este lugar, Teo escribe un libro que pretende apartarse de la categoría “novela” y en el que acaba contando la historia de aquellos que no aparecen en la historia. Una historia narrada a través de un tono irónico, hilarante por momentos y aparentemente liviano, que se adentra en lo terrible para acabar transformándolo en el sinsentido de lo grotesco.

Sorprende la fluidez con que en la novela se relacionan alta cultura y cultura popular. Las referencias a Adorno, a la teoría crítica, aparecen mezcladas siempre con lo cotidiano. Hay conversaciones en una taquería que parecen salidas de un aula de Harvard. Y al revés: lo intelectual se convierte en sabiduría popular. La realidad vence a la abstracción (más que la realidad, la materialidad). Porque parece que la teoría acaba convertida en objeto, en materia que, literalmente, cae por su propio peso. La teoría estética de Adorno no es aquí un cúmulo de ideas abstractas, sino algo con cuerpo, un libro, un objeto que se roba, que sirve para matar cucarachas, que se emplea como arma arrojadiza. Las ideas se hacen carne. Todo se vuelve materia, como ocurre, por ejemplo, con la última voluntad —expresada en varias ocasiones— del ausente padre de Teo: que sus cenizas, su sangre, su cuerpo, sus restos… acaben formando parte de una obra de arte. Esta materialidad preside toda la novela y es, en el fondo, uno de los rasgos más potentes de la narrativa de Villalobos: la tangibilidad, la densidad de la experiencia, esa sensación de que lo que se está leyendo tiene peso, materia y lugar, que es opaco y pegajoso, que nos envuelve en una atmósfera que en ocasiones se vuelve irrespirable.

 

Juan Pablo Villalobos, Te vendo un perro, Anagrama, 2015, 248 págs.

5 Mar, 2015
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