Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Cuando se le pregunta a Joe Lovano por la música que está haciendo en 2017, el gran saxofonista tenor, laureado hasta el tope de un arte de recepción social discreta, se apresura a responder, con cierto énfasis didáctico que le sale naturalmente, que su cuarteto actual califica de classic no tanto por una cuestión de repertorio —original, en su mayor parte— como por la integración organológica del grupo y un modo de interacción grupal fijado por Coltrane, Rollins o Getz allá por el anochecer de la década de los cincuenta, cuando el jazz moderno se “tenorizó” de un modo idiosincrásico. Diríase, simplificando un poco la atosigada cuestión de arte e identidad, que de ahí viene Lovano. Hijo sin brecha generacional del saxofonista Tony “Big T” de Cleveland, Joe descolló como estudiante en Berklee y forjó un sonido y una técnica radiantes, de amplísimo rango y rigor armónico. Pero la verdad es que ni sus interesantes incursiones en el avant garde de la improvisación como integrante del grupo de Paul Motian, ni su toque funky cuando se junta con John Scofield —se menciona esto entre tantos proyectos de una agenda sin descanso— lo han movido del todo de ese lugar entrañable: el del niño fascinado por las leyendas vivas que su padre frecuentaba y narraba.
Pero este típico italoamericano con pinta de Pavarotti engolosinado de tallarines es un músico sagaz y extremadamente sutil: jamás caería en el escepticismo del guía turístico de un pasado dorado, por más resonancia familiar que ese pasado tenga. Su música, ya sea que se sumerja en el “Spiritual Side of Coltrane” o que talle líneas de standards con un relax soberbio, nunca da por sobreentendida la tradición. Si esta, como afirmaba Raymond Williams, es una máquina selectiva, Lovano hace su propia selección de la selección. Hermosa tensión entre el legado del jazz —por ahí, ecléctico y al mismo tiempo de firma inconfundible, Lovano te carraspea unos graves de tenor que parecen escapados de la orquesta de Ellington de 1940— y un modernismo empecinado. Quizá el ejemplo más lindo de esto haya sido la inclusión en medio de un tema (o un clima de) Coltrane de “Hot House” de Parker/Gillespie. Lovano se trenzó en payada negra con Otis Brown, un baterista excepcional. El resto fue mucho más que “resto”. El joven Lawrence Fields es un pianista elegante y ocurrente, sobre todo cuando improvisa en bloque, y Peter Slavov toca el contrabajo con una nitidez y definición melódica que obligan a revisar tanta ponderación a otros virtuosos de ese gordo instrumento.
Para proseguir con el disfrute de la otra noche en la Usina del Arte se puede escuchar la flamante novedad de Bluenote Sound Prints: Live At Monterey Jazz Festival, el magnífico disco de Lovano con el trompetista Dave Douglas. Pero quizá lo más recomendable, sentimentalmente hablando, sea retornar a la tanda de grabaciones que nuestro reciente visitante registró hace unos años con el glorioso Hank Jones. Aquel cuarteto también era “clásico”.
Joe Lovano Classic Quartet (Joe Lovano: saxo tenor y saxo soprano; Lawrence Fields: piano; Peter Slavov: contrabajo; Otis Brown III: batería), Usina del Arte, Buenos Aires, 8 de octubre de 2017.
Así como las canciones tienen mil y una vidas, la Argentina democrática tiene mil y una canciones que la cuentan y piensan. En El país de las...
“Todas las cosas que no tienen nombre / vienen a nombrarse en mí”, cantó casi con sentido irónico Gabo Ferro en su último disco, Su reflejo es...
Hilda Herrera festejó sus noventa y dos años con un nuevo disco. Y así nomás es es un trabajo de piano a cuatro manos con el pianista Sebastián...
Send this to friend