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Niveles de vida

Julian Barnes

OTRAS LITERATURAS

Al terminar el nuevo libro de Julian Barnes (Leicester, 1946), es probable que muchos recuerden el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: “Esta es la historia más triste que jamás he oído”.

Niveles de vida es una obra simple de seguir y dolorosa de leer. Se trata de la muerte y de cómo sobrevivir cuando alguien falta. Por eso no podía tener un mejor comienzo: “Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizás no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado no obstante”. En esas pocas palabras hay mucho de lo que el lector va a encontrar en la novela: la sencillez en el tono, cierto misterio profano y revelaciones íntimas e intransferibles. Es decir, la experiencia que modifica un microcosmos doméstico.

Un escritor pierde a su pareja, a su compañera de toda la vida. ¿Cómo lo afronta? ¿Qué otra cosa puede hacer más que escribir? Cuando perdió para siempre la cercanía de su esposa, la agente literaria Pat Kavanagh, víctima de un cáncer, Barnes decidió encarar dos historias antes de mirar de frente a su ausencia.

Niveles de vida está dividida en tres partes y cada una de ellas da cuenta de una territorialidad a explorar: “El pecado de la altura”, “En lo llano” y “La pérdida de la profundidad”. En las dos primeras toma como personajes a personas que existieron realmente —un coronel, Fred Burnaby, una actriz, Sarah Bernhardt, y un fotógrafo, Félix Tournachon, mejor conocido como Nadar—, y todos están embarcados en la aventura de los viajes en globo aerostático. Es así como los datos históricos, y por supuesto la simbología, se insertan en una trama conformada a partir de lo real. Barnes desdibuja las formas y los géneros, algo bastante habitual en su procedimiento; recordemos El loro de Flaubert (1984), por mencionar un ejemplo, donde la invención narrativa convivía con una reflexión biográfica y casi ensayística sobre Flaubert.

En el tercer tramo del libro, el autor se vuelca completamente a observar su pena, y mientras la desmantela, realiza una suerte de duelo. ¿Pueden las palabras hacer eso, liberar a un desahuciado de su carga emocional? Esa es la vía en que se aventura Barnes. Y al mismo tiempo, se da la posibilidad de exponer el diálogo interno de la soledad y la falta.

En un diálogo en el que Fred Burnaby intenta seducir a Sarah Bernhardt, se pronuncian estas palabras: “No digo que la guerra es preferible a la paz. No digo eso. Pero el peligro es preferible a la seguridad”.

El lugar común devela una verdad pueril y vacía de sentido. Desde esa perspectiva, una zona incómoda, parece levantarse Barnes para escribir un libro costoso; sobre la pérdida del amor, en su vertiente más física, en tiempos en que es un bien muy escaso y difícil de conseguir. El verdadero peligro, inesperado e inevitable, por otra parte —parece decirles a los lectores—, es sobrevivir a la destrucción del mundo que cada uno supo construir con alguien.

 

Julian Barnes, Niveles de vida, traducción de Jaime Zulaika, Anagrama, 2014, 152 págs.

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