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Mano y sombra: las artes de Art Spiegelman

HISTORIETA

 

Cuando quieren, deficiencias y privaciones resuelven un estilo. Art Spiegelman es ambliope, es decir, forma la imagen con un solo ojo. Lo padece y lo agradece. Otro tanto hace Bush (h) con su infalible dislexia. Así las cosas, hoy la retina lesionada de un dibujante neoyorkino actúa de implacable contraveneno de la incapacidad de lectura de un presidente reelecto. A. S. nació en Suecia de padres fugados del nazismo que luego emigraron a los Estados Unidos. Ellos soñaban con un hijo dentista pero A. S. apuntó hacia el tablero. Trabajó años diseñando envoltorios de chicles y en paralelo, cerca de artistas como Robert Crumb, comenzó a editar revistas de historieta y a diseccionar en un cómic a la clase media judía de N. Y. Tiempo después, publicó en dos partes su novela gráfica Maus, debut y consagración de su praxis: “el punto en el que chocan la Historia del Mundo y la Historia Personal”. La obra va y viene del presente de los Spiegelman, padre e hijo, al pasado del padre durante el Holocausto. Como nos recuerda E. S. Turner en su maravilloso estudio Boys Will Be Boys, el nazismo siempre le facilitó al cómic “villanos ready-made”, entre ellos el director del servicio de Inteligencia de Hitler y sus dos dientes falsos, en uno escondido cianuro y en el otro un microfilm.

La mañana del 11 de septiembre de 2001, los hijos de A. S. se encontraban en escuelas muy próximas a las Torres Gemelas. De la suerte de ese día nació In the Shadow of No Towers, ahora un lujoso volumen tamaño sábana de láminas acartonadas, “un diario en cámara lenta”. Al igual que Maus, puede leerse como un ensayo ilustrado sobre la paternidad. Desenterrando de entre los escombros viejos cómics y a sus progenitores, Spiegelman busca rehacer la memoria cubista de ese día –las sensaciones, la impracticable secuencia– y lanza una apuesta riesgosa: el horror que acontece es una proyección de lo peor de nuestros sesos. El libro, confiesa, es una reacción ante las miles de banderas colgadas en las ventanas de N. Y.; le recordaban el ajo que se cuelga para alejar vampiros. (Y fue en Broadway que Drácula, novela cautamente autobiográfica y antisemita, recibió una transfusión revivificadora gracias a los decorados de Edward Gorey.) Se trata de contar, de dar cuenta, con líneas de texto –la caligrafía a esta altura dibujo– pero también con grises y trazos. Como indicaría W. G. Sebald, en busca de “un lenguaje en el cual experiencias que paralizan el poder de articulación puedan ser expresadas”. Otros fondos que toca Sebald son pertinentes a la hora de capturar a Spiegelman: la incompetencia de la ficción tradicional para documentar una catástrofe, la culpa que silencia al sobreviviente, la destrucción como vía inefable de liberación personal. Y las tentativas de Sebald –siempre acompañadas de fotos– nos recuerdan que ficciones de todos los tiempos se presentaron con cortejo gráfico: Dickens, Cervantes, Carroll, Burroughs, Breton… Lo cual nos lleva a la zona en la que se acoplan las “novelas gráficas” de A. S., ese estante, consanguíneo, de libros escritos e ilustrados por la misma mano, que suelen estampar magistralmente la relación entre biografía, dibujo y desastre. El ojo de lince de Edward Ardizzone y sus War Diaries. Edward Gorey y sus geniales narraciones de infancias interceptadas. Raymond Briggs y sus delicados y fecundos trabajos sobre un posible ataque nuclear, sobre la guerra de Malvinas y, en Ethel and Ernest, sobre sus padres. Sin olvidar al incomparable Mervyn Peake, autor de la trilogía de Gormenghast, presente en el campo de exterminio de Bergen-Belsen en junio de 1945, registrando a lápiz el fin de la guerra y sus consecuencias. A esta casta pertenece Spiegelman, codo a codo junto a los que testifican que el estilo se reconoce mucho antes y mejor en el dibujo que en la fotografía, la literatura o la violencia ciega.

 

Lecturas. Art Spiegelman, Maus (Barcelona, Planeta-De Agostini, 2001); In the Shadow of No Towers (Nueva York, Pantheon/Viking, 2004); W. G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción (Barcelona, Anagrama, 2003) y Campo Santo (Londres, Hamish Hamilton, 2005); Edward Gorey, Amphigorey también (Madrid, Valdemar, 2002); Edward Ardizzone, Ardizzone’s World (Londres, Unicorn Press, 2003); Raymond Briggs, When the Wind Blows (Londres, Penguin, 1986) y Ethel and Ernest (Londres, Cape, 1998); Mervyn Peake, Gormenghast (Barcelona, Minotauro, 2004).

 

1 Mar, 2005

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