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Edipo. Ezeiza. ¿Qué puntos de contacto habría entre estas superficies que, si en principio parecen refractarias al roce, producen en el encuentro un espectáculo poético y político de intensidades inusuales?
Pompeyo Audivert encuentra la filiación inscribiendo Ezeiza del 73 en el territorio de la tragedia. Sin embargo, lejos de posicionarse en la lógica mimética que el género habilita para dar cuenta de los hechos de manera verosímil, decide convertir Ezeiza en un espacio de indeterminación, rebosante de potencialidades poéticas y estéticas, en donde la productividad escénica se define a partir de la figura del enigma.
El enigma apuntará tanto a la identidad nacional como a la de los personajes. Ezeiza atraviesa a la familia protagónica y sus integrantes acusarán las consecuencias de esa intervención volviéndose enemigos unos para otros. La máquina paranoica será la razón de ser del funcionamiento familiar, y el interrogatorio va a operar como garante de los lazos de esta otra unidad básica enrarecida y fantasmagórica.
Irreverente y provocador, Audivert se le anima al mito (y al hito histórico) cruzándole el humor como recurso corrosivo y radical que va a pulverizar –felizmente– cualquier tipo de solemnidad a la hora de abordar el suceso trágico.
En este sentido, los actores Julieta Carrera, Hugo Cardozo y Francisco González Bertin supieron recoger el guante de la apuesta de manera extraordinaria y son los partícipes necesarios de este mecanismo de precisión (y de interrogación) que es Edipo en Ezeiza. La obra fue concebida –literalmente– a su medida, y ellos se revelan inescindibles para su concreción.
Audivert toma como plataforma de despegue la llegada del líder, la fractura y frustración de un proyecto colectivo abortado y, sin embargo, no parece jugarse únicamente allí la condición política del espectáculo. Creo que ese gesto va a relevarse sobre todo en el cuestionamiento a la propia práctica teatral –otra de las formas de indagación que asume la obra–, en el acto de desterrar el modelo del reflejo, en la declaración del principio de incertidumbre como cifra y clave del devenir escénico. Edipo en Ezeiza es un piedrazo en el espejo y al mismo tiempo encuentra su brillo desde los fragmentos rotos. Ahí subvierte el orden establecido. Ahí le escapa a la captura.
Edipo en Ezeiza, dramaturgia y dirección de Pompeyo Audivert, El Camarín de las Musas, Buenos Aires.
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