Golpe de luz
No es del todo descabellado pensar a la literatura como un ente único, relativamente indiferente a los esfuerzos de los ilusos escritores que creen “hacerla”. Es una idea que habrían aceptado gustosos los críticos de Tlön y valdría la pena aprovechar, porque nos regala la ilusión de que el tiempo no lo arrasa todo. Podríamos imaginar, por ejemplo, que en las conversaciones que registra el Borges de Bioy Casares participó, acaso con timidez, Luis Chitarroni. Una ilusión semejante puede agregarle otra capa de agrado a este libro póstumo.
La ceremonia del desdén es, en palabras de su autor, “una lectura comentada del diario de Bioy”. Según cuenta, aunque es un libro breve —sobre todo si se lo compara con el tamaño monumental del Borges—, fue largamente prometido al editor. (Una objeción que no empaña la lectura: la edición no aporta detalles sobre el modo en que se resolvieron problemas del original hallado en la computadora de Chitarroni. Hay, sí, una inexplicada notación ¿de variantes?, pero no se nos informa tampoco si Edgardo Scott, autor del prólogo, es también el responsable de las notas, que a veces son muy interesantes y a veces un poco escolares). Este libro no es un texto de crítica, ni un análisis, sino una deriva, procedimiento habitual en la escritura de su autor. Muy pronto deja de ser un conjunto de apuntes sobre lo leído, un diario sobre el diario, y pasa a encadenar saberes y comentarios que van más allá de Borges y de Bioy, si es que hay un más allá cuando se habla de literatura. Chitarroni reconoce el Borges como un gran libro (“enorme en todos los sentidos de la palabra”), que ha sido menos comentado de lo que habría cabido esperar, y apenas motivó quejas de algunos allegados, lo que colaboró en que se convirtiera para muchos en una colección de chismes o una inmensa falta de decoro. Por eso lo encara con un “gesto pedagógico tardío”, y reconoce al diario de Bioy como el misal de esa “fervorosa ceremonia de cámara” que es la literatura.
Para empezar, elogia el tono de las frases de Bioy, que encontró “el estilo conveniente para la vida de Borges”. Para aquellos que podían, o podíamos, dudar con injusticia de la altura de Bioy como escritor, sus diarios nos recuperaron la posibilidad de leerlo. Baste comparar el Borges con tantos libros de “conversaciones” en los que para encontrar una frase brillante hay que raspar capas de tedio. Pero además del gran diario, Chitarroni descubre dos libros más, de géneros quizás repudiados por Borges: una poética, en el sentido de una acumulación “de los consejos que ambos autores han reunido para que se escriba bien”, y una novela familiar que, escondida sobre todo en las omisiones, “al recoger todas esas muestras de rencores apolillados” produce “su efecto novela familiar de formato inglés”.
Además de su prosa —que obliga a esta reseña a excederse de comillas—, a Chitarroni se lo puede incluir entre los “artistas supremos del arte de sobresaltar los márgenes con interrogantes”. El libro es una fiesta de observaciones y hallazgos preciosos, que invitan al subrayado del lector. En los míos veo a Borges & Bioy como Beavis & Butthead, con los tics típicos de la amistad masculina; alguna injuria hermosa (“con la imprudencia impenitente de quien se cree Shakespeare, sin que un solo atisbo o indicio lo haya habilitado a suponerlo”, dice de Vargas Llosa) y la posibilidad de adivinar qué título de El Séptimo Círculo podemos atribuir a cada miembro del dúo.
Merece un párrafo la relación de Chitarroni con la erudición. De Siluetas (1992) a sus cursos dictados y editados en el Malba, se caracterizó siempre por una acumulación de nombres que ofrece con cortesía al lector: como si diera por sentado que hemos leído todo, como él. Por eso sus textos son siempre una cantera para encontrar alguna gema (esta vez me tocó descubrir el hermosísimo “Ante la tumba de Henry James”, de Auden). En tiempos en que es tan difícil encontrar gente interesada en la literatura (especialmente, entre autores y críticos, tan ocupados por temas serios como la política, la cultura, el clima, la filosofía o la historia), el Borges de Bioy y el comentario de Chitarroni recuerdan qué maravilloso plan es, o fue, sentarse a conversar sobre retórica, métrica, chismes de escritores y versos favoritos.
Luis Chitarroni, La ceremonia del desdén, Mardulce, 2025, 113 págs.
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