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La noche mastica lento

Rodrigo Barcos

ARTE

Rodrigo Barcos presenta una muestra que se puede problematizar desde al menos tres ejes: el proceso creativo como investigación y la investigación como modo de producción, el rol de los afectos como estímulo para el pensamiento, y el ejercicio del desacomodo de los artilugios del poder que promueven la violencia política sobre nuestros cuerpos.

Barcos desmembra el suyo como una acción suspicaz y retroactiva a la carta firmada por la Triple A que recibió el pintor y escultor argentino Alberto Heredia (1994-2000) en 1974. La notificación, que condenaba al artista al exilio bajo amenaza de muerte, le imputaba los siguientes cargos: artista, comunista, ateo, homosexual y drogadicto. 

La noche mastica lento, exhibida en la galería Jamaica de Rosario, puede leerse como un correlato de Simbiótica, una muestra de Barcos en UV Estudios durante 2023. En aquella ocasión, el artista había expuesto una serie de collages que unían dos visualidades aparentemente inconexas: tapas de revistas culturales con medicamentos. Píldoras, goteros con psicotrópicos, blisters transformados en orugas, diagramas e informes médicos convivían en la sala luego de que al artista le diagnosticaron falta de irrigación sanguínea en un fémur. No estamos preparados para que los cuerpos fallen, tampoco para afrontar semejante dolor; por lo tanto, Rodrigo Barcos habría planificado un sostén temporal, algo de qué agarrarse. 

El umbral curatorial al ingreso de Jamaica está conformado por una copia de aquel documento que registra la amenaza de muerte a Heredia y una tapa de El Porteño ya no medicalizada, sino intervenida con una lija. La superposición de ambos materiales obtura la lectura completa de la portada, pero sí deja leer una bajada: “Patria Sádica. Cuidado que salpica”. En ausencia de un texto curatorial, estas imágenes funcionan como una bienvenida y como un comentario a la muestra. Ese placer áspero sustentado en una crueldad refinada al que damos por nombre Argentina enmarca la serie de obras en un contexto regional y las protege de una mera lectura intimista.

Por supuesto que Rodrigo Barcos nos adentra en sus sentimientos más profundos, más carnales, pero su cuerpo es intrínsecamente social. No se agota en el individuo. Las seis obras que componen la muestra comparten la apariencia de resto arqueológico. Pero también habitan en ellas lo artesanal y lo grotesco de la modulación de los recursos. La historia visual que nos proponen no tiene mucho para contar, pero sí para mostrar, porque ensayan la materialización de una memoria corporal, afectiva. 

Barcos presenta una serie de obras resueltas a partir de la modificación de una misma estructura sometida a la transformación para generar nuevas formas orgánicas. De esta manera se reconoce el maple de huevos como el material en donde se libran casi todas sus batallas. Sobre su aplastamiento, reordenamiento y encasillamiento se superponen materiales frágiles como la cartapesta o el yeso; también recurre a la resina y a algunos vendajes. Siguiendo esta clave interpretativa, se pueden encontrar algunas referencias miméticas en las figuras abstractas resultantes: ¿vértebras?; ¿dos cabezas de fémur ahora irrigadas?; ¿heridas o cicatrices? 

De este montaje de ruinas de objetos inútiles (en tanto sean contemplados en sí mismos) surgen los collages tridimensionales (cuando el maple deja de cumplir su función, ya no tiene nada que sostener).

El aparecer de la materia distancia la utilidad del material en el mundo y lo posiciona, ya intervenido, como una respuesta a la censura. Barcos elabora sus visualidades sobre la base de un proceso de investigación mediante el cual selecciona y combina materiales y procedimientos insertos en la obra plástica de Heredia. La contestación a la censura no se trata entonces de un acto subjetivo, sino de un juego sustentado en la historia reciente que el artista construye mediante la abstracción. De hecho, este es un recurso muy utilizado para cuestionar un sistema de certezas sobre el que se sostiene, en este caso, la figuración. La respuesta es instintiva: aquello que se vuelve indecible debe emerger al menos como síntoma, aunque sea sin figura. 

Por este motivo, tal como se señalaba al comienzo, sus obras no responden sólo a su historia personal, sino que se enmarcan culturalmente, como si quisieran volver al pasado para desacomodar la percepción del presente. El maple trastocado se encuentra en la búsqueda de la aparición de lo nuevo, de modo plástico, para que la promesa de censura no se reactive. 

La primera experimentación con la resina sucedió en Simbiótica (2023), cuando Barcos realizó una instalación en diálogo directo con Mancha de sangre (1965) de Ricardo Carreira (1942-1993). Pero en esta oportunidad, la resina toma forma en todas las obras. Llama la atención especialmente un cubículo que se muestra como un pequeño retablo popular. En su interior se deja ver un espacio donde, a partir de la estructura seriada de fragmentos del maple, se conforman dos figuras enfrentadas entre sí como un intento de comunicar la fe. 

En un mundo que promete poco, La noche mastica lento es una invitación doble: a observar en qué cree Barcos y a pensar cuáles pueden ser nuestras próximas certezas. 

Rodrigo Barcos, La noche mastica lento, Galería Jamaica, Rosario, desde el 24 de mayo de 2025.

17 Jul, 2025
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