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Negro será el sol en verano reza —como una profecía bíblica o una maldición escrita en las paredes de una tumba profanada— el título de la última instalación audiovisual de Faktor en Artlab, con la curaduría de Merlina Rañi. Una muestra que inauguró un día de cortes de luz masivos en el país y culminó con el comienzo del otoño, después de semanas de un calor insoportable; como si desde el título prefigurase su propia atmósfera de catástrofe y caos, a la vez que sentencia nuestra forma de experimentar el tiempo, siempre amenazados por el colapso climático, la ruina última, el apocalipsis.
Al entrar en la sala escuchamos un dron constante que nos sumerge en el ambiente construido por dos esculturas semicirculares de hierros punzantes, pantallas y amuletos metálicos y una proyección gigante. El artista construye un espacio que, más que ominoso, se siente sacro, como las ruinas de algún templo. Si hubo un apocalipsis, quizás estemos viendo los restos ya imperturbables de esa civilización que nos invitan a practicar una especie de arqueología especulativa: frente a estos aparatos, frente a sus imágenes y cantos, lo que está ausente es el agente, la cultura que ideó los dispositivos y sus ficciones. Si constituyen piezas de un ritual, ¿qué planos quieren ponerse en contacto? ¿Qué es lo divino y qué lo mundano, qué lo interno y qué lo externo?
Las distintas voces componen un mantra que se repite cíclicamente, dejándonos en un estado catatónico de contemplación. Al sonido casi inmóvil se le suman sonidos orgánicos de fuente desconocida. Por las pantallas circulan intermitentemente escrituras, representaciones de seres, manchas, amebas de luz que son sólo partículas. Y, luego de un breve momento de caos lumínico y sonoro, se vuelve al miasma de luz verde. La temporalidad colapsada, al entrar en contacto con la repetición, nos sitúa más bien frente a una temporalidad geológica: un tiempo expandido que excede nuestra corta temporalidad humana, cada vez más atada a la inmediatez. Quizá estas máquinas estén más cerca de las piedras que de lo humano y estemos presenciando de manera accidental sus manifestaciones poéticas. Piedras cuyo lenguaje sólo puede ser inteligible en lo que dura la eternidad, porque cada palabra tarda siglos en completarse al estar, como diría Ursula K. Le Guin, “lanzada por la tierra desde tiempos inmemoriales, en la inmensa soledad, inmensa confraternidad del cosmos”.
Faktor, Negro será el sol en verano, curaduría de Merlina Rañi, Artlab, Buenos Aires, 1° de marzo – 26 de marzo de 2023.
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