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Una risa solitaria atraviesa la sala del Science Museum de Londres donde se exhibe, por primera vez en el Reino Unido, la obra del fotógrafo español Joan Fontcuberta. Sólo entonces el espectador vislumbra que tal vez eso que tiene enfrente no sea sino una enorme broma, una farsa despiadada contra las pretensiones positivistas de la fotografía. La risa de Fontcuberta no es, sin embargo, una risa sin ambición. Muy por el contrario, su práctica, absolutamente contemporánea, se adentra hasta el corazón del siglo XIX y, desde ese bastión positivista que rodea el nacimiento de la fotografía, se da a la tarea de cuestionar dos de los mitos fundamentales de nuestra modernidad: la verdad científica y su base, el documento de archivo. Compuesta por siete de sus más reconocidas obras, la muestra Stranger than Fiction pone en cuestión ese axioma básico que, desde Daguerre, iguala fotografía a evidencia. Ya sea mediante la impresionante reconstrucción computarizada de paisajes naturales en Orogenesis (2002) o mediante la sensacional, y asimismo ficticia, recuperación del archivo del zoólogo Peter Ameisenhaufen en Fauna (1987), Stranger than Fiction propone un universo donde la fotografía miente, una y otra vez, para así poder desarticular mejor los mecanismos mediante los cuales nos contamos nuestras verdades. Dentro de ese mundo donde lo sublime y lo vulgar intercambian juguetonamente sus roles, el paisaje estrellado de un cielo veraniego resulta ser la constelación de mosquitos muertos sobre un parabrisas —tal como ocurre en Constellations (1992)—, una nueva especie de flor silvestre resulta ser una amalgama de coloridos alambres —Herbarium (1984)— y una nueva especie animal descubierta por su padre parece contradecir el evolucionismo darwiniano.
Entrenado en el mundo de la publicidad, donde trabajó al principio de su carrera, Fontcuberta sabe muy bien que el lente fotográfico no es más que una matriz de ficciones posibles. Su acierto, sin embargo, no se limita a resaltar la artificialidad del medio. El verdadero logro de su farsa recae en entender que el carácter ficcional del documento fotográfico es precisamente el mismo que yace en el origen de la ciencia como mito moderno. Siempre cercano a la ciencia ficción, Fontcuberta no revela, empero, sus trucos tan rápido. Stranger than Fiction guía al espectador a través de un fascinante gabinete de curiosidades hasta que, llegando al final, este se encuentra con una última serie en la cual el propio Fontcuberta aparece vestido de monje en un monasterio donde los estudiantes aprenden a hacer milagros. Sólo entonces, frente a la imagen milagrosa de Fontcuberta caminando sobre las aguas, reconocemos estar ante una broma infinita y nos permitimos soltar la risa. El espectador que acaba de entrar la escucha pero no se atreve a reír entonces, pues ante todo está en un museo de ciencia y la verdad, se dice, no admite comedias.
Joan Fontcuberta, Stranger than Fiction, curaduría de Greg Hobson, Science Museum, Londres, 23 de julio – 9 de noviembre de 2014; National Media Museum, Bradford, 20 de noviembre de 2014 – 5 de febrero de 2015.
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