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La noche avanza / Días de otoño

Roberto Gavaldón

CINE y TV

Como parte del ciclo “Espectáculo a diario. Las distintas temporadas del cine popular mexicano” en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, se presentaron dos películas de Roberto Gavaldón: La noche avanza (1952) y Días de otoño (1963). Los films acercan al espectador a dos momentos claves de la obra del director mexicano más prolífico (cuarenta y seis largometrajes en su filmografía) y también le muestran dos postales de la Ciudad de México enmarcadas en épocas distintas que, a su vez, dan cuenta de las tendencias y de los cambios en el cine mexicano.

Gavaldón siempre se movió dentro de los códigos del melodrama, pero enturbió el género con aportes de otras tradiciones, por ejemplo el cine de gangsters y el film noir. El crimen es el leitmotiv de la primera parte de su filmografía. El estilo de Gavaldón, que se tutea con los ángeles caídos del cine estadounidense, es decir, el antihéroe y la femme fataleLa otra (1946), una de sus mejores películas, se estrena sólo dos años después de Double Indemnity (1944)—, se caracteriza por la opulencia sofisticada de su puesta de cámara, que a fuerza de insistir en elementos puntuales (espejos, rejas, arcos, mantillas y tocados, anuncios luminosos) logra retratos muy detallados. El culmen de este ennegrecimiento es La noche avanza. El film sigue a Marcos Arizmendi, un pelotari arrogante que reparte sus atenciones entre varias mujeres, envuelto en las intrigas de un corredor de apuestas. Una noche fatídica este atleta del egoísmo, acostumbrado a pisotear a todo el mundo, es víctima de un grupo de matones. Con Marcos reducido al final, el gran personaje de la película es la urbe. La locación principal de La noche avanza es el Frontón México, edificio art decó que se ubica en la Plaza de la República en cuyo centro está el mausoleo dedicado a la Revolución Mexicana, monumento que apostilla y atestigua la caída del fantoche; brutal ironía de Gavaldón y José Revueltas, que adaptaron un argumento original de Luis Spota.

Una década después, el director mexicano echa mano de recursos cercanos a lo fantástico que a decir verdad ya estaban presentes desde El socio (1946), versión fílmica de la novela homónima del chileno Jenaro Prieto. A Gavaldón siempre le gustaron los personajes que juegan a ser otros. A veces son actores o dramaturgos (como la diva del teatro en Camelia o el autor frustrado en De carne somos), magos (como el quiromántico charlatán de En la palma de tu mano) y en ocasiones suplantadores de identidades (La otra, Después de la tormenta). La prueba radical de esta predilección es Días de otoño (1963). Luisa es una joven de provincia que llega a la Ciudad de México y comienza a trabajar en una pastelería. Nada se sabe de su pasado, excepto lo que ella misma cuenta. Ya instalada en una típica vecindad de la capital, la solitaria chica se enfrenta a un gran problema: Carlos, su novio, la deja plantada el día de boda frente al altar. Al novio, por otro lado, se le conoce por lo que ella cuenta de él a sus compañeras de trabajo, narraciones en flashback que sugieren que el pasado es un recorte o quizá un trabajo de edición o montaje. Desesperada, Luisa finge el matrimonio, un embarazo e incluso el nacimiento de su hijo. ¿A qué está jugando? Días de otoño llega a lo que el cine de Gavaldón ya venía esbozando con todos sus personajes: la realidad es también la realización de lo imaginario. Se trata de dos películas para conocer los tonos, casi siempre en claroscuro, del maestro del melodrama más sofisticado.

 

La noche avanza (México, 1952), guion de Roberto Galvadón, José Revueltas y Jesús Cárdenas, dirección de Roberto Gavaldón, 85 minutos; Días de otoño (México, 1963), guion de Julio Alejandro y Emilio Carballido, dirección de Roberto Gavaldón, 105 minutos, ambas exhibidas en el ciclo “Espectáculo a diario. Las distintas temporadas del cine popular mexicano”, sala Leopoldo Lugones, Teatro San Martín, Buenos Aires, 22 de marzo a 10 de abril de 2024.

11 Abr, 2024
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