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En un paisaje cinematográfico que se presenta cada día más explicativo y subrayado —donde cualquier atisbo de ambigüedad o indefinición es mirado con sospecha—, el director noruego Kristoffer Borgli, autor de Sick of Myself (2022), despliega en El hombre de los sueños una comedia negra sobre las fantasías proyectadas a través de los sueños. Una obra que se desdibuja en algún punto de su observación irónica y es menos disruptiva de lo que aparenta, pero que ofrece un aire renovado de originalidad.
Oscuramente cómico y surreal, el film sigue la monótona vida de Paul Matthews, ignorado padre de familia y conflictuado profesor de biología que lidia como puede con sus frustraciones y obsesiones: la rutina, el tiempo que pasa, los deseos que se reprimen, el curso de los días que se ordena por fuera de sus expectativas. No parece haber novedades para Paul hasta que, un día, sus alumnos empiezan a verlo en sus sueños. Primero son escenas abstractas donde el profesor, parecido a su conducta “real”, no hace nada más que observar. Luego, las cosas comienzan a deformarse. Como en un ejercicio borgeano, la presencia onírica de Paul trasciende la universidad y se extiende por todo el mundo. Paul, el hombre simple que sólo quería escribir un libro, se vuelve una celebridad mercantilizada en la que todos proyectan sus propias fantasías. El problema comienza después, cuando los sueños devienen pesadillas.
Aunque tiene el sello de A24 (la produce Ari Aster), la película evita ser otra parodia indie sobre la intimidad pública gracias a dos elementos centrales: la búsqueda de ambigüedad por parte del director y el trabajo de Nicolas Cage. Celebrado, denostado, reivindicado y convertido en mito, el inabarcable Nic demuestra una vez más lo que nunca debió ponerse en duda: que puede hacer cualquier papel. En este caso su trabajo es exasperante, angustiante y compasivo al mismo tiempo, logrando una potencia que debería haberle alcanzado para una nominación a la reciente ceremonia del Oscar, premio que disputaron (y ganaron) otros roles menos interesantes.
Más allá de ser una broma amarga (y algo evidente) sobre la fama, la condena moral, la cultura de la cancelación, la explotación comercial del subconsciente y la banalización de lo inexplicable, la película hace una reflexión incómoda sobre lo que podríamos haber sido, lo que creemos que somos, lo que podríamos ser y lo que somos en la mirada de los otros. Un sueño del que nunca terminamos de despertar.
Dream Scenario (EEUU, 2023), guion y dirección de Kristoffer Borgli, 102 minutos.
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