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Los posibles es la adaptación al cine de un espectáculo de teatro-danza creado por Juan Onofri Barbato junto con KM29, grupo autogestivo que trabaja en el centro de día Casa Joven La Salle, de González Catán.
Prescindiendo del lenguaje oral, con encuadres que parcelan cuerpos, travellings que los acompañan y un montaje musical, los ensayos de la obra quedan registrados en bitácora. Con la expresividad de los cuerpos, la danza imprime resonancias que van de la hermandad de un scrum de rugby a la ritualidad del hombre de las cavernas, de la abstracción de la danza contemporánea a la mayéutica del simposio platónico. Respecto de este último eco distante, el film, mónada abstraída del contexto vivo –salvo un inicial “apunte sociológico” (las palabras son de Roger Koza)–, nos retrotrae con su puesta de ultratumba, las omnipresentes tensiones entre luz y sombra, la primacía de lo sensorial y la interacción entre hombres, a la alegoría de la caverna de Platón.
Con el spleen y la equidistancia de Copacabana (2006) de Martín Rejtman, pero sin su atención a la historicidad de los cuerpos danzantes, la puesta de Mitre-Barbato cosifica sujetos y, con ello, la imagen. Mientras en la obra Los posibles los jóvenes bailan y, al hacerlo, en un acto animista, re-encarnan un dionisíaco ritual comunitario, esta puesta se entretiene meramente en hacer sombras chinescas, cerrando toda posibilidad de un platónico alumbramiento, tan siquiera de re-conocimiento de esos pibes del conurbano.
En el epílogo un joven baila con su sombra. El ensayo termina. Se rompe el hechizo. Los cuerpos afásicos –por sombríos– dan paso a un puñado de palabras que el film deja –por propias limitaciones– como enigma y frontera: “¿Quién va en la combi? Ta trece pesos la combi. Vo ta re loco, chabón”. Con el mismo tratamiento en superficie (de la política) de El estudiante (2011), en la epidérmica puesta de Los posibles –sombra de otra obra, de ahí su título especular– los cuerpos (opuesto al espesor que estos adquieren en P3nd3jo5, de Raúl Perrone) no son más que sombras, no más que simulacros para el espectador. A propósito de los cuerpos, la página web de KM29 informa que este grupo “considera al cuerpo como espacio de memoria y conciencia […] en el mundo de la marginación, la brutalidad policial, la estigmatización social e institucional y la descalificación laboral”. Roberto Juarroz escribió: “La desnudez es anterior al cuerpo / Y el cuerpo algunas veces lo recuerda”. Si el espectáculo de teatro-danza trabaja con la memoria (social) del cuerpo, en la fusión y tensión de movimientos delicados –propios de la danza– y “toscos” –propios de los cuerpos del suburbio–, la magnética puesta de Mitre-Barbato, lista para inscribirse en un futuro ciclo de “marginales for export”, pone en un segundo plano que esos cuerpos son memoria viva de un cuerpo social.
En “De la abyección”, Jacques Rivette le reprochaba a Gillo Pontecorvo, además de su falta de “conciencia lúcida”, su voyeurismo y su pornografía, el “abstenerse de plantearse […] determinadas cuestiones”. No otro(s) reproche(s) podría(n) hacerse a Los posibles precisamente porque siempre las sombras son de alguien o de algo, y si uno se obnubila con ellas, conviene antes –ya lo decía Platón– preguntarse por ellos.
Los posibles (Argentina, 2013), dirección de Santiago Mitre y Juan Onofri Barbato, 55 minutos.
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