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¿Cómo hablar de la familia, el poder y la traición sin caer en repeticiones? La primera respuesta de Succession es musical. La pieza que Nicholas Brittel compuso para abrir la serie condensa la amenaza, la crueldad y la melancolía de la creación de Jesse Armstrong que, hacia el final de la tercera temporada, alcanza un punto de tensión definitivo. Con el imperio mediático de Logan Roy en crisis y el ascenso y caída de su hijo Kendall, el heredero imposible, la serie pasó de ser una comedia negra sobre la insensibilidad corporativa a un agudo ensayo sobre el abuso emocional y los traumas vinculares.
Si comparamos esta producción con un emblema de HBO como Los Soprano, se pueden advertir los mismos temas: la disfuncionalidad familiar, la violencia naturalizada, la paternidad opresora. Pero la épica mafiosa de David Chase —estrenada hace más de veinte años— narra un mundo que fue desapareciendo con el cambio de siglo o, mejor, narra esa desaparición que es, finalmente, la condición para que el mundo de los Roy pueda existir. Los Soprano es una serie terrenal. Su relación con la materia es clave para entender el desarrollo narrativo. Las casas, las armas y el dinero movilizan a los personajes y abren su dimensión psicológica. Incluso en los momentos de mayor tensión, donde parece que todo se va a romper, el hogar, el café y el club funcionan como espacios de afirmación, donde Tony y los suyos se abrazan a la imagen creada por sí mismos. En Succession esto no existe. Los personajes se desplazan en las alturas, helicópteros, rascacielos, o en el agua, lanchas y yates, pero siempre alejados de la tierra, de la vida mortal. La mirada es cenital y la distancia es central para entender las motivaciones. La construcción estética de la soledad en el privilegio —sobre todo en el atormentado Kendall— es uno de los grandes hallazgos de la serie. A diferencia de la familia Soprano, donde la unidad familiar está quebrada, pero aun así quedan los restos de esa unidad, los Roy no tienen núcleo al que aferrarse, salvo la desconfianza, la ambición y el miedo intrínseco al patriarca que siempre acecha. Por eso, más que buscadores incansables de poder como los Soprano, los Roy son el poder. Y su forma de moverse es la del Capital: intangible, inabarcable, determinante.
¿Por qué estos personajes miserables resultan tan fascinantes? Más allá de los diálogos salvajes, los insultos olímpicos y el vidrioso lenguaje corporativo donde cada palabra es una bomba de tiempo, más allá de las paranoias, conspiraciones y pequeñas tragedias de la clase dominante, más allá de asimilar a Network, Dallas, Festen, The Jinx, The Godfather y la familia Murdoch, entre muchas otras cosas que van de Shakespeare a Dostoievski, más allá de todo esto, Armstrong logró capturar el sonido de la ansiedad, el vacío y la brutalidad del mundo actual. Cuando Roman, devastado por una traición, se limita a preguntar “papá, ¿por qué?”, la respuesta de Logan es sencilla: “¿Por qué? Porque funciona”.
Succession (tercera temporada), creada por Jesse Armstrong, HBO, 2021, 9 episodios.
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