Una película es todo el cine

Andrés Di Tella reunió una serie de ensayos de directores y directoras invitados al Programa de Cine que dirige en la Universidad Torcuato Di Tella, programa en el que, sobre todo, “se aprende a escuchar”, “no se estudia, se trabaja” y “se cierran los ojos para ver”. Además de compilar la serie, escribió una introducción general que enmarca el proyecto, y una introducción específica para cada texto, un sutil acercamiento a los deslumbrantes nombres que componen el volumen. En orden de aparición, la lista completa de los autores y unas líneas de Di Tella que los definen: Lucrecia Martel (“El tratamiento del sonido, de hecho, nos hacer ver de otra manera”); João Moreira Salles (“Por su enorme capacidad narrativa, que hace de esta película [Santiago, 2007], más que un documento, una fábula con moraleja abierta”); Marta Andreu (“Pocas personas que conozco saben transmitir como ella su pasión por el cine”); Pedro Costa ( “En una película, siempre es preferible una puerta que se cierra antes que una puerta que se abre”); Mariano Llinás (“Nadie entre nosotros sabe más del arte de narrar); Radu Jude (“Su contravención a cualquier ortodoxia”); James Benning (“Haciendo del cine una máquina de pensar y generar experiencias en el espectador”) y Albertina Carri (“Nos obliga a nosotros, espectadores, a pensar, con cada decisión formal”).

El título del libro, Una película es todo el cine, podría convertirse en apotegma, axioma, máxima universal (si no fuese porque en el volumen las máximas son abiertamente discutidas), igual que decir que en un plano está contenida la película entera (y por tanto, todo el cine). Aplicando una lógica similar, el libro se deja leer (o pide ser leído) como un solo texto, con las particularidades del caso: tonos, búsquedas estéticas, obsesiones, referencias, modos de producción, puntos de vista. Un único e inexorable texto que, sin saberlo, van tejiendo los autores (y que se comenzó escribir hace, por los menos, un siglo) sobre distintos aspectos del arte cinematográfico: personajes, sonido, encuadre, luz, composición, temas; aunque, bien mirado, cabe sintetizar la totalidad de las cuestiones en una pregunta: ¿qué significa filmar?, o, más general todavía, ¿qué significa hacer cine? Con un detalle: esa pregunta básica, elemental y nuclear a la vez, no puede responderse mediante la escritura, sino, justamente, haciendo cine (escribir es hacer cine por otros medios).

Para hacer cine —o, al menos, un cine interesante—, amén de preguntarse sobre los procedimientos y los mecanismos propios del arte, se requiere libertad (se requiere libertad para preguntarse sobre los procedimientos). Quien más, quien menos, los protagonistas de esta historia hablan de libertad. Esto ocurre en un momento en el que la palabra, acechada por sus aparentes defensores, invirtió su sentido; pero ¿cuál sería el opuesto de libertad? ¿Esclavitud? ¿Estupidez? ¿Pereza?

El libro reivindica la libertad artística como meta y origen (¿la meta es el origen?) de la creación artística: libertad para impugnar las fórmulas y darse el lujo de filmar impunemente. En esta iglesia comulgan los directores y directoras convocados por Di Tella. Cada cual, a su manera, propone un rechazo de lo establecido, una huida de lo que se espera. Gracias a ellos (y a otros tantos; no tantos), los espectadores logramos sustraernos, aunque sea por un rato, a la tiranía del sentido (el imperio de lo familiar) y percibir el mundo (incluidos nosotros mismos) de una forma nueva, inédita, nunca vista.

La misión es difícil, claro, “una esperanza, apenas una esperanza” (como dice Di Tella en el “Manifiesto” final), pero ¿no es eso hacer cine?, ¿no es eso lo que vale la pena?

Andrés Di Tella, Una película es todo el cine, La Crujía, 2025, 256 págs.