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Flores, fuegos y fantasmas. Steve McQueen en Nueva York

DISCUSIÓN

El DIA Art Center ha montado una doble exposición del cineasta y artista británico Steve McQueen. No he podido ver un espectáculo de música y luces llamado Bass (2024) que la institución ha instalado en su sede principal, en un pueblo no muy lejos de la ciudad de Nueva York, pero sí las obras montadas en su galería de Chelsea. En la primera sala, un monitor antiguo sobre una plataforma muestra un breve film de hace dos décadas donde dos hombres transportan grandes palmas sobre la cabeza en pleno centro de Londres (Exodus, de 1992-1997), mientras que en los muros cuelgan un par de decenas de fotografías de flores muy bellas encontradas en la isla de Grenada, de donde partieron los padres del artista décadas atrás para instalarse en Inglaterra (donde McQueen creció). El título de la pieza de 2024 es Bounty (botín, trofeo, recompensa), y el folleto nos informa que las imágenes muestran “que ha sido constante en el paisaje, la belleza de las flores. Estas plantas han sido una persistente maravilla en un paisaje traumatizado por el colonialismo y el esclavismo”. Las flores son con frecuencia de rojos muy intensos, la luz es cálida y pareja, y las formas se recortan en el verde exuberante del trasfondo con perfecta precisión. De esa manera, siguen la norma de una duradera tradición según la cual el fotógrafo o pintor, para comunicarnos el esplendor del mundo natural, aísla un espécimen particularmente ejemplar de tal o cual especie, donde su linaje vegetal alcanza su forma más rotunda.

¿Cuál de las lecturas verosímiles del título en su relación con las imágenes está en la mente de McQueen? La palabra bounty puede usarse para describir la recompensa que alguien recibe por una acción noble, pero para mí es más fácil asociarla con lo que obtienen de sus tropelías los piratas. La pieza parece asociar el colonialismo con la piratería, en cuyo caso las flores fotografiadas serían el botín de… ¿quién? No de aquellos invasores que McQueen implícitamente denuncia: ellas representan aquellos tesoros de la isla que no pueden extraer. ¿Son el botín del artista, que viajó a Grenada para obtenerlas? Observando estas flores opulentas que parecen haber sido capturadas no en la selva sino en un jardín, donde no las ofusca la confusión del follaje tropical, ¿debiéramos evocar la belleza o el sufrimiento? ¿La belleza a la sombra del sufrimiento? El apareo de título e imágenes es curiosamente vago, y eso no ayuda a la pieza porque las fotografías, por sí mismas, son más bien convencionales. La convención que siguen indica una cierta relación entre el fotógrafo y el mundo natural: la que establece un observador que se sitúa en la distancia precisa para que el desorden de ese mundo adquiera un orden centrado en la presencia del trofeo individual, pero declara, a la vez, la trascendencia de la mirada humana que lo organiza. Es la mirada de los naturalistas y pintores viajeros que asociamos con el mundo colonial. ¿Es que Bounty quiere mostrarnos la belleza de Grenada desde la perspectiva del colonizador, encarnada ahora en Steve McQueen, fotógrafo? No lo creo, pero la posibilidad no puede descartarse.

La segunda sala incluye la pieza más ambiciosa de esta exposición, Sunshine State (2022). Se trata de un loop de unos treinta minutos que se muestra a la vez en el anverso y el reverso de una pantalla erigida en un cavernoso cubo de cemento. A cada lado de la pantalla, dos proyecciones se despliegan en mitades paralelas. En los primeros minutos, una toma monumental y doble del sol naranja con todas sus tormentas avanza y retrocede mientras un bajo profundo refuerza el ambiente ominoso y la alusión a un mundo ardiente. Cuando esta sección termina, la imagen cambia al blanco y negro de una serie de fragmentos de la película The Jazz Singer que han sido modificadas de diferentes maneras. La película cuenta la historia del hijo de un cantor judío que rompe relaciones con su padre para convertirse en cantante de jazz, pero se reconcilia con él in articulo mortis, cuando regresa al lar para cantar el kol nidre junto al lecho de muerte. McQueen selecciona algunas secuencias de la película que proyecta en negativo o al revés. La intervención más dramática es cuando, en las escenas en que Al Jolson, el protagonista, se pinta el rostro de negro en su camarín, McQueen borra digitalmente la cabeza y convierte al cantante en un frac gesticulante, mientras del otro lado del centro de la doble pantalla un tropel de bailarines en negativo genera una intensa agitación.

Este montaje sería meramente un juego de preciosas formas fantasmales si no lo acompañara una historia que la voz de Steve McQueen cuenta varias veces durante los treinta minutos de la película, cada vez omitiendo algunas palabras, como si fuera el relato disgregándose a medida que el tiempo arrasa la memoria de los hechos. Es una historia que el padre del artista le contó en su lecho de muerte. Philibert, un hombre de quien nada se nos dice excepto por su origen en las Indias Occidentales, ha viajado a Florida a participar de la cosecha de naranjas. Una noche sale de copas con dos conocidos del campamento. En un bar cercano, el barista no quiere servirles alcohol porque son negros, y la respuesta de uno de los momentáneos compañeros es romperle una botella en la cabeza. A continuación, los tres huyen del bar y se separan. Philibert se tira en una zanja, y desde allí escucha a los perros que vienen en su cacería, mientras, en medio de la noche, dos disparos nos indican que los otros fugitivos han sido ejecutados. Mantiene el incidente secreto para su hijo, a quien se lo revela en el último momento, poco antes de morir. El hijo comprende por qué tantas veces el padre —taciturno por costumbre— lo había tratado con preocupación. Yo creía que me detenía o limitaba —dice McQueen— pero lo que hacía era abrazarme, mantenerme cerca, protegerme.

No dudo de la veracidad de este incidente, pero la parca reconstrucción de Steve McQueen es extrañamente impersonal y, por así decirlo, genérica. Nada singulariza la experiencia de Philibert. Todas las escenas son canónicas: el padre que revela su verdad en el último minuto (y el hijo que por fin comprende la razón de su carácter), el sur de Estados Unidos en el suntuoso y sórdido verano, el bar en un pueblo anónimo y perdido, la botella que se rompe en la insolente cabeza del barista, la vertiginosa huida escapando de los perros que se escuchan desde el refugio de una zanja, la ejecución que se intuye apenas por dos secos disparos. No es difícil visualizar estas escenas precisamente porque hemos visto mil variaciones de cada una de ellas en películas y programas de televisión. Y el apareo con las tomas modificadas de The Jazz Singer no me ayudó a sustraerme al progresivo desinterés. Un poco como debiéramos observar las flores de Bounty teniendo en mente la violencia colonial, la elegancia clásica de las secuencias intervenidas de The Jazz Singer es asociada por la narración con el racismo. Más allá de algunas semejanzas entre la trama de esta película y la historia de Philibert, las resonancias, minuto por minuto, entre tal o cual secuencia narrativa (el padre está escondido en una zanja) y tal o cual imagen (la agitación de bailarines en blanco y negro sobre un escenario) son tan vagas que o bien nos fijamos en una, o bien escuchamos la otra, como dos corrientes paralelas que apenas se tocan antes de volver a divergir. ¿Es el padre de The Jazz Singer, en su lecho de muerte, en negativo, el representante de Philibert en la pantalla? ¿Es el cantante judío que se pinta de negro para cantar jazz el representante de su hijo? ¿O la invisibilidad que le produce la pintura negra que se aplica en el rostro en la intervención de Steve McQueen representa el traumático secreto que atesoró toda su vida aquel hombre de Grenada? La nebulosidad impide que el relato más bien convencional y las imágenes más bien ornamentales adquieran otras resonancias por el apareo, y nosotros nos quedamos, al final, observando una vez más el sol furioso y escuchando el bajo profundo de la banda de sonido, esperando el fuego de una significación que no se enciende.

14 Nov, 2024
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