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1983. Un proyecto inconcluso

Jennifer Adair

TEORÍA Y ENSAYO

No es lo más frecuente que la reseña de un libro se vaya resignificando con el paso de las semanas, en paralelo a la realidad. Con 1983. Un proyecto inconcluso, un trabajo de la estadounidense Jennifer Adair dedicado al gobierno de Raúl Alfonsín, sucede exactamente eso. Las distintas instancias electorales y la asunción del nuevo gobierno el 10 de diciembre de 2023, la mala nueva de cada día desde entonces: la lectura sigue mutando, para peor.

Hay más de una semejanza entre los últimos años de la Argentina y el período que va de diciembre de 1983 a mayo de 1989, los acontecimientos previos y los inmediatamente posteriores. A veces vuelven sutilmente trastocados; otras, demasiado parecidos. Alberto Fernández quiso tener una gestión donde “alfonsinista” fuese un adjetivo positivo. En cambio, le salió —como parte de una gestión colegiada en el arte de dispararse en el pie y la improvisación— un gobierno “alfonsinista” con una economía desbocada y una decepción aún mayor de sus votantes, pero sin ningún logro que exhibir (la ley del aborto lo trasciende). Muchos de esos electores parecen encontrar las causas del fracaso en la traición del ahora ex presidente, los grandes medios y no haber sabido usar TikTok.

Doctora en Historia por la New York University y profesora de Historia Latinoamericana en la Fairfield University de Connecticut, Adair toma como eje de estudio de los años de Alfonsín el acceso a la comida y más de cinco mil cartas enviadas al despacho presidencial. Quilmes funciona como epicentro testigo, de la Marcha del Hambre de 1981 a los saqueos de principios de 1989. Adair repasa y analiza una campaña donde vuelve a quedar claro por qué Alfonsín era, por lejos, la mejor alternativa; los alcances y las limitaciones del Programa Alimentario Nacional; los infames “pollos de Mazzorín”, un escándalo más cercano a la torpeza descomunal que a una supuesta corrupción rampante. El poder económico y su brazo mediático pensando sólo en cómo maximizar ganancias, al igual que ahora, con la diferencia de que los controles por parte del Estado, que ayer podían ser más o menos eficaces, hoy son prácticamente inexistentes. Y la inflación.

El arco es más que elocuente. Si al comienzo de su gobierno los obreros de una fábrica le ofrecían a Alfonsín resignar un día del salario de cada mes para contribuir al pago de la deuda externa, sobre el final, tras el fracaso de los planes Austral y Primavera, las misivas de cientos de defraudados (incluyendo al típico empleado público que cree que a él nunca le va a tocar ser despedido) consideraban que el Estado era elefantiásico e ineficiente y no había otra solución a la crisis que el ajuste. Bienvenido (neo) liberalismo. De la celebración por la vuelta de la democracia y el respeto a los derechos humanos a cartas quejándose de que con la democracia no se estaba comiendo, ni educando, ni curando, y que esos también eran derechos humanos. ¿Suena reciente?

La distancia geográfica de Adair se traslada al texto, lo que tiene sus pros y sus contras. No escribe desde ninguna posición política inherente a la Argentina; aunque, a juzgar por los vaivenes históricos del peronismo o del radicalismo, estas posiciones son más que relativas. Por otro lado, muestra cierta ingenuidad cuando se trata de poner en juego cuestiones vinculadas a los tejes y manejes de nuestro país, como el rol del peronismo y del mercado en los meses finales de la truncada presidencia de Alfonsín.

El pasado 10 de diciembre se cristalizó el fracaso de la democracia argentina justo cuando cumplía cuatro décadas: fue una herida autoinfligida por un cincuenta y seis por ciento de los votantes, consecuencia de la encerrona a la que se arribó por una combinación de malos gobiernos, peores dirigentes, planes ineficaces cuando no destructivos, el delirio aspiracional, una educación deficiente y el odio como motivación. Las envenenadas recetas económicas actuales son una versión revisada y aumentada de las iniciadas en 1976: se sabe cómo terminó eso, cuánto y a cuántos se llevaron puestos en su ejecución. Leer 1983. Un proyecto inconcluso y hallar las continuidades entre ayer y hoy nos sirve para recordar que el saqueo puede tomar distintas formas, y que lo que en un momento fue tragedia con el tiempo vuelve como farsa, pero la tragedia continúa.

 

Jennifer Adair, 1983. Un proyecto inconcluso, traducción de Lilia Mosconi, Fondo de Cultura Económica, 2023, 328 págs.

8 Feb, 2024
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