“¿Quién notará que me fui?”: Babasónicos y la trinchera del rock en 2022

Dentro de la colección Estudios de Moda dirigida por Marcelo Marino, Bien vestidos. Una historia visual de la moda (1870–1914) se propone observar una Buenos Aires en pleno proceso de modernización. A partir del análisis de catálogos de indumentaria, fotografías, caricaturas, anuncios y figurines, María Isabel Baldasarre aborda los hábitos y las prácticas en la circulación de moda desde una perspectiva que combina diferentes disciplinas: historia social, historia del arte, fashion theory, estudios visuales y de género. Así, las distintas secciones del libro enhebran una mirada sobre el consumo y la colección de piezas. Se detienen en la publicaciones de las tiendas que buscaban estimular el deseo de ver y ser vistos/as. Analizan patrones, moldes y consejos sobre costura en revistas femeninas y de moda. Teorizan sobre la manera en que se modelan la mirada y los cuerpos.
Baldasarre invita a observar el pasado y a reflexionar sobre el presente a través del estudio de los códigos vestimentarios entre 1870 y 1914, cuando las tiendas instalaron hábitos que aún perduran. Pasear por grandes almacenes como un espacio de aspiraciones y de renovación permanente entre novedosas temporadas y liquidaciones ha sido una práctica constante desde entonces. La retórica de lo nuevo e importado configuraba entonces (como hoy) un elemento central en la construcción de la indumentaria porteña. Celebridades, artistas, cantantes, actrices y actores eran figuras cruciales en las prácticas de consumo. Los estrenos teatrales, por ejemplo, se convirtieron en esa época en pasarelas glamorosas. En ellos, las divas eran modelos a imitar tanto en su manera de vestir como de lucir las prendas (la esbeltez y la delicadeza se combinaban, por supuesto, con el corsé y las fajas), y era así que configuraban el gusto. Para Baldasarre, el acto teatral era una ofrenda en la que el cuerpo y la apariencia se entrelazaban bajo el escrutinio del periodismo. Así, el encantamiento y la curiosidad que provocaba en el público porteño la disrupción de la división binaria en la sexualidad heteronormativa no faltan en este análisis, que señala el modo en que las prendas de ropa “ratificaban” o “pervertían” de acuerdo con el sistema sexual heterocentrado. Entre otros aspectos, vale señalar también la investigación del salario, el consumo, el sistema de intercambio y la venta como condiciones que determinaban las posibilidades del conjunto. Modistas y costureras configuraban, entonces, el vestuario acorde con las revistas y figurines. La costura era un modo de complementar el sustento, ganarse la vida, pero también una competencia necesaria para validar el desempeño como mujer del hogar en su rol de esposa y madre. La moda y la costura mostraban de ese modo su rol central en la educación femenina.
Según Virginia Woolf, “la ropa tiene funciones más importantes que, simplemente, mantenernos calientes. Cambia nuestra visión del mundo y la visión que el mundo tiene de nosotros”. Bien vestidos invita a profundizar en ese entramado.
María Isabel Baldasarre, Bien vestidos. Una historia visual de la moda (1870 – 1914), Ampersand, 2021, 384 págs.
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