¿Cómo alterar una lengua? ¿De qué tipo de prácticas o intervenciones hablamos cuando de lo que se trata es de no ceder a la tentación de obediencia y adecuación a la que un lenguaje —nacional o extranjero, poco importa— invita? Diego Sztulwark y Ariel Sicorsky componen en su libro un fresco meditativo, tan extraño como potente, en el cual se pueden observar cercanías y distancias entre Buda y Descartes —dos insignias, dos lenguas que por su inexplorada contigüidad siguen fascinando y enloqueciendo a Occidente—. El resultado es una imagen de conjunto que muy poco tiene que ver con los estereotipos desde los cuales suele abordarse a estos personajes.
Ya en el comienzo un primer pliegue irrumpe en la escena de la escritura y sorprende: el que pone en contacto, con paciencia y rigurosidad, meditación y rebelión. Enlace intempestivo, por cierto, en una época en la cual la práctica meditativa es constantemente valorada y mercantilizada en tanto dispositivo de control, anestesiamiento y docilización de los cuerpos. En la composición analógica Buda-Descartes que arriesgan los autores, la meditación se presenta como un trabajo sinestésico sobre el sí-mismo, cuya dinámica apunta a reinventar la relación habitual entre sensibilidad y conocimiento, dislocando los efectos de obediencia a los hábitos que cada diagrama histórico cristaliza e intenta imponer en los sujetos. Meditar resulta ser, en este cruce, una tarea ligada no a la captura sino a la liberación de posibles. De allí también su inexplorada actualidad.
En este sentido, otro de los archipiélagos comunes en los que se adentra este libro es el que se estructura a partir de la noción de “error”. En el acto meditativo de Buda y Descartes, cada cual con sus modulaciones y matices particulares, la noción de error se presenta siempre como una potencia de desviación y desilusión activa. En la lectura de este libro a —por lo menos— cuatro voces, se abre asimismo un campo fármaco-político: descubrimos que el error en Buda y Descartes cumple la función paradójica de ser veneno y antídoto a la vez. De un lado, asoma el peligro de la ilusión, germen de la tristeza y de la impotencia, origen de toda jerarquía y de toda dominación. Del otro lado, observamos la apuesta por la deriva que, en última instancia —y como advirtió el genial Guy Debord—, no deja de ser psicogeografía, modo singular de desplazarse y de hacer cada vez ciudad con otr@s; el desafío de producir clinamen, habilitando la elusión de identidades codificadas, y la apertura al juego mundano con otros órdenes posibles de verosimilitud. Se yergue aquí, como en sordina, una novedosa teoría de los éxodos y de las composiciones alegres para tiempos que parecen poco inclinados a la cooperación y la invención común.
Diego Sztulwark y Ariel Sicorsky, Buda y Descartes. La tentación racional, presentación de Franco “Bifo” Berardi, Cactus, 2016, 112 págs.
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