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En la madrugada del 5 de noviembre de 2024, Donald Trump se entregó a una larga diatriba triunfal. Confirmado el margen de votos necesarios para ganar la elección presidencial de Estados Unidos, entre muchas otras tangentes, encomió un largo rato al magnate sudafricano Elon Musk. Pasó varios minutos describiendo cómo, durante una conversación telefónica, había dejado a alguien en espera cuarenta y cinco minutos para ver la transmisión del aterrizaje de un cohete reutilizable de SpaceX, la compañía aeroespacial de Musk. La escena es posterior a la salida de Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo. Sin embargo, convergen en ella los mismos sentidos que atraviesan el libro: la relación entre la carrera espacial y el capitalismo en un presente a todas vistas apocalíptico.
El nuevo libro de Michel Nieva empieza con un dato curioso sobre Silicon Valley. Fun fact: la idea de Mark Zuckerberg de crear un metaverso está inspirada en una novela de ciencia ficción publicada en 1992: Snow Crash, de Neal Stephenson. No es una novela particularmente extraordinaria, excepto por su sesgo oracular: ocurre en un futuro hipotético en el que Estados Unidos privatiza todos los recursos básicos tras una crisis económica sin precedentes. Como se desprende del juego de cuerdas que tensan a la ciencia ficción y al capitalismo tecnológico, los vectores de fuerza que unen las tramas de la realidad y de la ficción en el presente desdibujan la seriedad de la primera y comprometen la autonomía de la segunda. En suma, nos devuelven a cierto oscurantismo que la modernidad habría querido superar para siempre. El libro de Nieva, que traza una genealogía capitalista para la ciencia ficción, no sugiere, sin embargo, una relación de causalidad directa, como las que plagan mucho del ensayismo contemporáneo donde la literatura se lee como reducción sociológica de la historia. Hace una cosa distinta: mapea la instrumentalización de la ciencia ficción por las elites financieras de Silicon Valley y otros polos tecnológicos del Norte global.
En ese sentido, Ciencia ficción capitalista es un libro periférico al resto del proyecto literario de Nieva. No en el sentido de menor, sino en el de que se ubica por fuera de su centro gravitacional. Porque, si en su proyecto gaucho punk pone a la Argentina en el centro del mundo, en un gesto bastante borgeano que se instala en un imaginario rural y localista, con resonancias de barbarie en su acepción más sarmientina, en esta ocasión se ocupa de lleno de las coordenadas del Norte global. Es como si, tras establecer las directrices particulares de su propio atlas —organizado en torno de un aleph de ñandúes eléctricos, gauchoides oníricos y mosquitos transhumanos—, ahora sí, por fin, hubiera llegado el momento de ocuparse del provincialismo norteamericano. Ahí también, o tal vez ahí más, se asoma la barbarie de lo contemporáneo: la promesa demente y enajenada de que —tras haber agotado todos los recursos de este planeta— el progreso capitalista podrá continuar en el espacio.
Para un lector poco versado en la ciencia ficción, Ciencia ficción capitalista funciona también como tratado breve sobre la evolución del género y el derrotero de su signo ideológico. Al respecto, si en algún momento el charme de la ciencia ficción fue su sesgo contracultural, Nieva señala su captura actual por parte del aparato ideológico del capitalismo. Del espectro contracultural que hilvanaba el espacio con el comunismo soviético, con un trip lisérgico del hipismo o con el hacker como forajido antisistema, poco queda. Cualquier sesgo especulativo está ahora cooptado por la especulación financiera.
En los albores de la sexta extinción, en pleno apogeo de una crisis climática planetaria, la imaginación refuerza un capitalismo que será para pocos. Los billonarios pasarán de la ciencia ficción al acto para transformar otras latitudes de la galaxia. Al resto —es decir, a todos los que no pertenecemos al uno por ciento—, Nieva nos regala una humorada de metaficción. Porque si la ciencia ficción ha sido cooptada, pues habrá que imaginarse incluso un más allá. Hacer ciencia ficción de la ciencia ficción. Es así como al final del libro nos cuenta de una invitación de ni más ni menos que la SpaceX de Elon Musk para enviar un cuento suyo, “Criptolombrices”, al espacio en una cápsula curatorial con destino a la Luna. En esa carta robada al capitalismo, que circulará por el espacio exterior à la Poe, tal vez la ciencia ficción pueda tomar un sentido nuevo, volverse marciana y revolucionaria.
Michel Nieva, Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, Anagrama, 2023, 144 págs.
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