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Ante el fenómeno del litio, existe una disyuntiva aún no saldada por los movimientos ambientalistas: ¿es conveniente explotarlo como mineral esencial para la transición energética por su rol en las baterías con gran capacidad de almacenamiento, o deben preservarse los ambientes en los que se encuentra, para evitar el estrés hídrico en los ecosistemas y las comunidades de la zona? A este dilema se le suma otro, yuxtapuesto y en clave latinoamericanista: ¿es la explotación de litio una oportunidad económica única para los tres países (Bolivia, Argentina y Chile) que guardan el 60% de las reservas mundiales del mineral, o es una nueva forma de extractivismo colonial con la que los países periféricos continúan sustentando el estilo de vida de los centrales?
Entre tantos materiales producidos por expertos en la temática (apenas una muestra aquí), el periodista santiagueño Ernesto Picco se ciñe a lo que sabe hacer: investigar, bajar al territorio, reunir fuentes, preguntar y, luego, escribir una crónica de su investigación. Lo explicita en la introducción a sus Crónicas del litio: no quiere hablar del futuro del litio, sino de su presente. Y lo logra: el relato, que echa sus raíces en el pasado y tiende puentes hacia el futuro, está anclado en nuestro tiempo, en el período que dura su investigación, desde el inicio de la pandemia y la omnipresencia de barbijos en su paso por el Salar del Hombre Muerto en Catamarca, hasta mediados de 2022, poco antes de publicar el libro, en un congreso para empresarios del litio en Buenos Aires. Entretanto, da cuenta también de visitas a los salares de Atacama, en el norte de Chile; Uyuni, en Bolivia, y el Salar de Olaroz y las Salinas Grandes en Jujuy y Salta.
Más allá del despliegue de anécdotas mínimas (quién es el hombre muerto que da nombre al salar o cómo se hizo la exploración del salar de Atacama en Chile), entrevistas jugosas (la que mantiene con el secretario de Minería de Jujuy no tiene desperdicio) y explicaciones concretas (a fin de cuentas, uno termina el libro entendiendo qué es el litio, para qué sirve, cómo se extrae y cuáles son los debates al respecto), el libro cobra especial valor por la trama geopolítica que desarrolla. Los capítulos dedicados a Chile y a Bolivia están marcados por sus coyunturas: la revuelta de 2019 que llevó a la Asamblea Constituyente y al ascenso de un nuevo partido en el primero, y el golpe de Estado y las posteriores elecciones (un año después) en el segundo. En la Argentina, una semana después de la derrota del oficialismo en las elecciones primarias que anunciaba el cambio de gobierno, una visita de Ivanka Trump —hija del por entonces presidente de Estados Unidos— a Jujuy pasó casi desapercibida, salvo por su aparente extravagancia y por un anuncio de un miembro de su comitiva: se daría financiación para construir una ruta con salida al Pacífico que atraviese los tres países. Hubo quienes la llamaron la “ruta del litio”. Poco después, uno de los últimos movimientos de Mauricio Macri en el poder fue apoyar militarmente (con asesoramiento de Estados Unidos) el golpe en Bolivia, y Sebastián Piñera tuvo la intención de cerrar su mandato con una licitación entre gallos y medianoches para la explotación del mineral…
Evo Morales suele decir que su derrocamiento fue orquestado por Estados Unidos a causa del litio. Picco no levanta el dedo para acusar a nadie, pero rearma esta trama tripartita como si fuese un policial. Deja desplegados entonces todos los indicios que llevan a la sospecha. A fin de cuentas, parece decir, mientras los lobistas de las mineras hacen el trabajo hormiga de negociar migajas con las comunidades locales —que muchas veces buscan ceder sus territorios a cambio de alguna mejora en sus condiciones de vida—, en la mesa las cartas ya están echadas.
Ernesto Picco, Crónicas del litio. Sudamérica en disputa por el futuro de la energía global, Futuröck Ediciones, 2022, 320 págs.
Ante el fenómeno del litio, existe una disyuntiva aún no saldada por los movimientos ambientalistas: ¿es conveniente explotarlo como mineral esencial para la transición energética por su rol en las baterías con gran capacidad de almacenamiento, o deben preservarse los ambientes en los que se encuentra, para evitar el estrés hídrico en los ecosistemas y las comunidades de la zona? A este dilema se le suma otro, yuxtapuesto y en clave latinoamericanista: ¿es la explotación de litio una oportunidad económica única para los tres países (Bolivia, Argentina y Chile) que guardan el 60% de las reservas mundiales del mineral, o es una nueva forma de extractivismo colonial con la que los países periféricos continúan sustentando el estilo de vida de los centrales?
Entre tantos materiales producidos por expertos en la temática (apenas una muestra aquí), el periodista santiagueño Ernesto Picco se ciñe a lo que sabe hacer: investigar, bajar al territorio, reunir fuentes, preguntar y, luego, escribir una crónica de su investigación. Lo explicita en la introducción a sus Crónicas del litio: no quiere hablar del futuro del litio, sino de su presente. Y lo logra: el relato, que echa sus raíces en el pasado y tiende puentes hacia el futuro, está anclado en nuestro tiempo, en el período que dura su investigación, desde el inicio de la pandemia y la omnipresencia de barbijos en su paso por el Salar del Hombre Muerto en Catamarca, hasta mediados de 2022, poco antes de publicar el libro, en un congreso para empresarios del litio en Buenos Aires. Entretanto, da cuenta también de visitas a los salares de Atacama, en el norte de Chile; Uyuni, en Bolivia, y el Salar de Olaroz y las Salinas Grandes en Jujuy y Salta.
Más allá del despliegue de anécdotas mínimas (quién es el hombre muerto que da nombre al salar o cómo se hizo la exploración del salar de Atacama en Chile), entrevistas jugosas (la que mantiene con el secretario de Minería de Jujuy no tiene desperdicio) y explicaciones concretas (a fin de cuentas, uno termina el libro entendiendo qué es el litio, para qué sirve, cómo se extrae y cuáles son los debates al respecto), el libro cobra especial valor por la trama geopolítica que desarrolla. Los capítulos dedicados a Chile y a Bolivia están marcados por sus coyunturas: la revuelta de 2019 que llevó a la Asamblea Constituyente y al ascenso de un nuevo partido en el primero, y el golpe de Estado y las posteriores elecciones (un año después) en el segundo. En la Argentina, una semana después de la derrota del oficialismo en las elecciones primarias que anunciaba el cambio de gobierno, una visita de Ivanka Trump —hija del por entonces presidente de Estados Unidos— a Jujuy pasó casi desapercibida, salvo por su aparente extravagancia y por un anuncio de un miembro de su comitiva: se daría financiación para construir una ruta con salida al Pacífico que atraviese los tres países. Hubo quienes la llamaron la “ruta del litio”. Poco después, uno de los últimos movimientos de Mauricio Macri en el poder fue apoyar militarmente (con asesoramiento de Estados Unidos) el golpe en Bolivia, y Sebastián Piñera tuvo la intención de cerrar su mandato con una licitación entre gallos y medianoches para la explotación del mineral…
Evo Morales suele decir que su derrocamiento fue orquestado por Estados Unidos a causa del litio. Picco no levanta el dedo para acusar a nadie, pero rearma esta trama tripartita como si fuese un policial. Deja desplegados entonces todos los indicios que llevan a la sospecha. A fin de cuentas, parece decir, mientras los lobistas de las mineras hacen el trabajo hormiga de negociar migajas con las comunidades locales —que muchas veces buscan ceder sus territorios a cambio de alguna mejora en sus condiciones de vida—, en la mesa las cartas ya están echadas.
Ernesto Picco, Crónicas del litio. Sudamérica en disputa por el futuro de la energía global, Futuröck Ediciones, 2022, 320 págs.
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