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Escribir cartas, una historia milenaria

Armando Petrucci

TEORÍA Y ENSAYO

Un trozo de papel manuscrito atraviesa continentes enteros y llega a las manos de la persona indicada, que lo lee y logra escuchar a quien no está. Las palabras que el remitente escribió se transforman así en un espacio para el encuentro entre dos que están alejados. Esta forma de comunicación, que hoy en día parece volverse irremediablemente vetusta, es el objeto de fascinación y de estudio del libro de Armando Petrucci Escribir cartas, una historia milenaria, editado por primera vez en castellano.

Desde los mensajes escritos más antiguos que se han conservado, fragmentos grabados en “pequeñas y delgadas láminas de plomo” de la Grecia del siglo VI a. C., hasta los contemporáneos (aunque ya en desuso) SMS, pasando por las dos revoluciones del género (el redescubrimiento del epistolario de Cicerón en el trecento, el devenir instrumento funcional para el desarrollo de la sociedad industrial durante el siglo XIX), esta investigación hilvana los grandes capítulos de la escritura epistolar en Occidente. Petrucci reconstruye los detalles que le dieron vida en cada período de la historia: los soportes materiales (los antiguos plomo, piedra o pergamino, el moderno papel), las lenguas (griego, latín y luego las vernáculas en toda Europa y América), la disposición de las palabras en la página y, fundamentalmente, los remitentes y destinatarios. Quiénes, para qué y a quiénes escribían son preguntas que vuelven a plantearse y a responderse en cada capítulo de la historia relatada por el investigador italiano. Lejos de constituir una práctica exclusivamente oficial y masculina, o limitada a altos funcionarios y diplomáticos, las cartas también plasmaron emociones y necesidades de las clases populares (o, como a veces las describe Petrucci, “semianalfabetas”, pues deben recurrir a un escriba o intermediario). El libro nunca pierde de vista ambos fenómenos, que coexistieron por momentos sin mutuas influencias y que constatan el carácter múltiple de la escritura de misivas. Deja ver así la relevancia de esa “zona oscura de la epistolografía occidental”, escrita por las clases subalternas y no siempre conservada en archivos o bibliotecas y, por lo tanto, objeto esquivo para la investigación.

Ante el gran desafío de sintetizar una historia verdaderamente milenaria, Armando Petrucci elige enfocar, dentro de Occidente, en los archivos documentales de las que fueron grandes potencias mundiales a lo largo del tiempo (particularmente Italia, España, Francia y Gran Bretaña). También se ve en la necesidad de compendiar procesos complejos o períodos extensos en pocas páginas. Ambos recortes le permiten construir un relato conciso pero, al mismo tiempo, indican los propios límites de ese relato. El lector que desee conocer las minucias de esta historia deberá entonces acudir a otros textos, que el propio Petrucci sugiere en las extensas referencias bibliográficas que cierran el volumen. Escribir cartas, una historia milenaria ofrece una rigurosa puerta de ingreso a la epistolografía en Occidente y, hacia el final, deja entrever un espacio de vigencia para la práctica que analiza. Ante situaciones límite, mediadas por la violencia o la cercanía de la muerte, volvemos a escribir cartas. Un campesino italiano devenido soldado, a su mujer: “Cuando tengo un minuto de tiempo no hago más que escribir”.

 

Armando Petrucci, Escribir cartas, una historia milenaria, traducción de María Julia de Ruschi, Ampersand, 2018, 200 págs.

6 Sep, 2018
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