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La historieta salvaje interviene en los márgenes de la investigación academicista y, al mismo tiempo, denuncia los presupuestos que el sistema de creencias llamado “arte” da por sentados. Ya se sabe que las artes gráficas fueron durante mucho tiempo las hermanas menores de las bellas artes. Y si bien es cierto que las jerarquías, el valor estético y la mentada “autonomía” del campo artístico han sido desestabilizados por los estudios visuales, todavía operan fuertes resistencias en el interior de las instituciones.
Judith Gociol y José María Gutiérrez contribuyen a la discusión sobre el sentido de aquello que llamamos (todavía) “arte” e indagan en los procesos creativos de la gráfica masiva y popular. Justamente, La historieta salvaje abarca las primeras tres décadas del siglo XX y es hacia el final de esa etapa cuando los precursores de la historia del arte comenzaron a construir la disciplina. Los trabajos pioneros sobre las “bellas artes” produjeron un relato basado en las trayectorias de conspicuos pintores y escultores y recortaron, sobre un escenario erudito y metropolitano, todos los “sobrantes” que no cuajaban en la fórmula. Al depósito de objetos bastardos fueron a parar las ilustraciones de las revistas, la crítica de costumbres, las caricaturas y sátiras, los afiches callejeros, las planchas dominicales y toda manifestación “menor” de la gráfica popular. Por fuera del repertorio iconográfico de ese establishment, los trastos de la imaginería moderna fueron pensados, con suerte, como excedente estético, documento social o esparcimiento para las masas, nunca como arte en sí.
La trayectoria de los autores de La historieta salvaje es bastante conocida: exposiciones, catálogos y publicaciones, realizados de forma conjunta o individual, respaldan un itinerario que es, a la vez, sólido y sostenido. En el caso de Gociol, su extenso trabajo curatorial, tanto en el ámbito nacional como internacional, la posicionaron como referente del área. Dejando de lado su prolífica y destacable labor periodística, cabe recordar su libro La historieta argentina. Una historia (2000, en colaboración con Diego Rosemberg), publicado también por De la Flor, edición que dejaba ver los cosidos de una trama ambiciosa, desigual y ciertamente entretenida. Por su parte, Gutiérrez escribió un libro de edición modesta y propuesta lúcida: La historieta argentina. De la caricatura política a las primeras series (1999, coeditado por Página 12 y la Biblioteca Nacional). Podría decirse que este es el libro mejor logrado de ambos investigadores. Y es que la complicidad del trabajo placentero forma parte del proyecto desde su gestación. Hay una “cocina” de la empresa que encuentra a sus autores al frente de la creación y dirección del Programa Nacional de Investigación en Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional. La tarea diaria de reunir, seleccionar y clasificar las revistas y publicaciones que a través de donaciones privadas llegan al archivo llevó como “proceso natural” a imaginar un libro como este. La pericia técnica y entendida de sus ojos bien entrenados hizo el resto. Es más que suficiente.
Judith Gociol y José María Gutiérrez, La historieta salvaje. Primeras series argentinas (1902-1929), Ediciones de la Flor, 2012, 208 págs.
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