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Hacia 1964, en el final de su imprescindible Contra la interpretación, Susan Sontag pedía y explicaba: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”. Walter Everett, en Los Beatles como músicos, logra ese propósito. El libro (traducido por ahora el segundo volumen) presenta, analiza y describe con una precisión tan objetiva como sensible las canciones de los Beatles desde Revolver hasta los Anthology.
El libro concreta una estructura y una voluntad enciclopédica partiendo de una idea notoriamente más norteamericana que nuestra: “que a pesar de ser tan rica como sus letras, la música de los Beatles no ha recibido la misma atención”. Everett se ocupa de analizar formalmente la música de los Beatles: su evolución, sus insistencias e invariables. Sin embargo, no es un libro que maneje un vocabulario intratable. Eso que cualquier oído atento percibe en las canciones de los Beatles, en ciertas partes, arreglos y melodías, Everett lo exhibe en su construcción, como un anatomista. ¿Qué es lo que formal y materialmente sucede para que “You Never Give Me Your Money”, de Abbey Road, suene como suena? No hay esoterismo ni inocencia para Everett, se trata de “la evocación nostálgica a través de un piano honky-tonk, mientras Paul canta ‘all the money is gone nowhere to go’”.
Sin dejar de lado la inspiración –o más bien precisando dónde está la inspiración–, Everett demuestra que la música de los Beatles está hecha de un gran trabajo, un trabajo donde las brillantes composiciones y ocurrencias de los músicos van de la mano de una ductilidad para la interpretación y de una notable calidad y carácter de los instrumentos (Rickenbacker 4001S, Gibson Les-Paul Deluxe, Fender Stratocaster, Hammond B-3, Set Ludwig “Super classic”, por citar algunos).
Por último, Los Beatles como músicos es un meticuloso anecdotario sobre temas que siempre se repiten al hablar de los Beatles: la “verdad” de quién compuso qué, cómo se llevaban durante las grabaciones de cada disco, qué lugar ocupaba George Martin, pero sobre todo, cosas evidentes e indispensables como, por ejemplo, que la música de los Beatles se transforma entre los años 1965 y 1967, cuando tanto Paul como John empiezan a componer en teclados.
Borges decía de Shakespeare: “Shakespeare, esa pesadilla”. Algo similar podría decirse de los Beatles, cuando medio siglo después todo el mundo continúa silbando sus melodías. En ese sentido, Los Beatles como músicos parece un historial freudiano y Everett, un analista insaciable, que agota (o busca agotar) todas las asociaciones. No importa que eso no alcance o que falle, basta con que nos muestre que la “cualidad de ensueño de ‘Julia’” se sostiene tanto en la voz en doble pista de John, su Jumbo, como en una prolongación estática de la quinta.
Walter Everett, Los Beatles como músicos, traducción de Mónica Herrero, Eterna Cadencia, 2013, 576 páginas.
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