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El estudio de revistas culturales y de empresas periodísticas, llevado a cabo desde todo el arco de las ciencias sociales, ha sido particularmente prolífico en el último tiempo. En este contexto, los historiadores Eduardo Minutella y María Noel Álvarez cruzan periodismo, divulgación y academia en un libro que busca interpelar a un gran abanico de potenciales lectores, tal como queda establecido desde el título: Progresistas fuimos todos.
En el uso del pretérito está la clave para comprender por qué esta investigación es de largo alcance: según describen los autores, hubo una época en la que cierta sensibilidad imperaba en los medios —y, por ende, en la mayoría de sus lectores—, un tiempo en el que el “respeto por los derechos humanos”, la “transparencia institucional” y la “crítica de las grandes desigualdades sociales” dominaban la agenda mediática, en particular en diarios como Clarín y Página/12 y en revistas políticas como 3 Puntos, Veintiuno-Veintitrés, TXT y Debate. En ese tiempo, que fue el de los años noventa pero sobre todo el de fines de los noventa, el periodismo se constituyó no como “el cuarto poder” sino como un “contrapoder”, en una tarea de fiscal del lado de “la gente”, para denunciar, entre otras cosas, las corruptelas y los negociados de “los políticos”, esa cohorte de dudosa ética que trascendió en el tiempo como “menemismo” (o “menemato”, como lo refería David Viñas), una expresión que incluía al presidente pero que lo excedía largamente. Es ese el tiempo que Minutella y Álvarez estudian, recortando un objeto que les sirve para validar su tesis central: ciertas revistas políticas que tuvieron su auge entre 1997 y 2004 (las cuatro mencionadas) construyeron (o reflejaron, según cómo se lo quiera ver) esta sensibilidad progresista que parecía tan claramente definida por aquellos tiempos y que hoy aparece tan diluida.
En el primer capítulo del libro se explica brevemente qué se entendía por “progresismo” en los noventa, en el marco de las teorías de “tercera vía” y “pensamiento débil”, de Anthony Giddens y Gianni Vattimo, respectivamente, que caracterizaban el “fin de los grandes relatos” tras la caída de la Unión Soviética (y, en Argentina, luego de la derrota setentista de la izquierda). En los siguientes tres capítulos que completan el libro se aborda el análisis de las revistas, desde la solemnidad de 3 Puntos y el histrionismo de Veintiuno–Veintitrés, hasta el humorismo sin hilo conductor de la TXT de Adolfo Castelo y el pasaje del carrioísmo al kirchnerismo de Héctor Timerman con su revista Debate.
Con un nutrido anecdotario recuperado por los numerosos entrevistados —desde Martín Sivak y María O’Donnell hasta Jorge Lanata y Hugo Sigman— y por algunas de las notas que se rememoran, lo valioso de Progresistas fuimos todos, tal como señalan los autores en el prefacio, es poder construir una genealogía de la historia política y periodística de los últimos veinte años a partir de nombres que siguen resonando. Quizá la gran perla sea haber encontrado un quiebre mucho antes de la aparición de la llamada “grieta”, con un episodio de posible censura en 2004. En todo caso, el hallazgo central de Progresistas fuimos todos probablemente sea el de observar que, en realidad, las diferencias existieron siempre y sólo se hicieron visibles en un contexto diferente.
Eduardo Minutella y María Noel Álvarez, Progresistas fuimos todos. Del antimenemismo a Kirchner, cómo construyeron el progresismo las revistas políticas, Siglo XXI, 2019, 232 págs.
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