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¿Dónde reside el carácter político de una novela? El planteo es, en principio, deudor de Borges o tal vez de Onetti: un ex ajedrecista prodigio, devastado por una pérdida traumática y tras varios años vegetando en una oficina pública, circula por la Triple Frontera transformado en un artista de la estafa. Como Larsen, como Benjamín Otálora, Sauri y sus mil nombres se mueven por la orilla y labran su propia leyenda. Pero en el paisaje de Bien de frontera, los compadritos y los desclasados han mutado en narcotraficantes enanos, muchachitas cyberpunk literalmente fatales y masas de emigrados que un apocalipsis difuso empujó hacia esos parajes.
Ambientada en un futuro cercano, la novela permite leer en el mundo retratado una proyección de las tendencias del presente, y es aquí donde su dimensión política se vuelve ineludible. Al igual que las novelas de James Graham Ballard o El aire, de Sergio Chejfec, Bien de frontera puede leerse como una advertencia. En el porvenir postapocalíptico de la narración, el Estado ha desaparecido o se ha tornado irrelevante y sólo conserva su función policial, que no es asfixiante como en las distopías totalitarias de Orwell sino, fiel a la usanza latinoamericana, tardía e inútil. Lo que sí es asfixiante es el clima; el espacio urbano, por lo demás, se ha desfigurado hasta volverse indescifrable. El planeta está en fase terminal y sigue girando más bien por inercia, y nadie mejor que Sauri, un veterano de una causa derrotada, un hombre que combina el idealismo del pasado con el cinismo del presente, para percibir y aprovechar la forma horrorosa de las cosas por venir.
El carácter político de la novela se completa con una discusión no menos relevante pero acaso más secreta. La representación del futuro lleva implícito el debate por la lengua del porvenir (y también por la del presente). Cada una de las oraciones que componen Bien de frontera muestra un perfeccionismo y una voluntad de estilo inusuales en la literatura contemporánea, una renuncia deliberada al minimalismo y las formas de la autobiografía en boga por estos días. El trabajo minucioso de Coelho sobre la lengua, el reconocimiento de que el idioma del futuro proviene inevitablemente del pasado, dan al texto una densidad y una complejidad que refuerzan su carácter literario y al mismo tiempo potencian su indagación sociopolítica.
Novela insular en el panorama contemporáneo, la particularidad de Bien de frontera reside en el tratamiento del futuro con los recursos de una literatura en vías de extinción. Al igual que su protagonista, la novela muestra una vocación eminentemente literaria por la construcción de mundos, la toma de riesgos y la apuesta fuerte. Una virtud pretérita que, al parecer, sobrevivirá en el porvenir más allá de cualquier catástrofe.
Oliverio Coelho, Bien de frontera, Seix Barral, 2015, 256 págs.
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