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El sueño de ellas

Lucas Soares

LITERATURA ARGENTINA

En Mudanza, libro de 2009, una frase de Hölderlin era epígrafe y se multiplicaba, como un conjuro que marcaba el ritmo, en varios de los poemas: “Desde que somos un diálogo”. Cada nombre femenino que titula las partes de El sueño de ellas –“Noe”, “Pola”, “Li”−, el último poemario de Lucas Soares, es el catalizador de los diálogos que constituyen a estas mujeres. Cada una de ellas convoca una red de interlocuciones mentales, un mapa complejo de voces que las incluye y las configura de forma facetada, siempre parcial. Los marcadores de persona dan cuenta de esta urdimbre según cada poema: diversos yo, tú/vos (interpelación al amante, la amiga, el padre), ella (en la voz poética de un novio o en una más impersonal), contenidos variantes del nosotros. El primer poema, sueño y mensaje (trae “asunto” de e-mail) de Noe, quien proviene de algún lugar donde se tutea, dice: “asunto: oye / anoche tuve un sueño / año 2050 / los polos descongelados / los mares crecidos (…) el hombre se vuelve isleño, tropical / bonito a pesar de todo // en qué andas metido? tú”. Ella parece ser de una región tropical y sueña con ese ya no tan improbable devenir tropical del mundo entero, enuncia “como en las telenovelas / frases difíciles de olvidar / exige a ver qué te doy / no dejes que arruine esto”, según una tercera persona de otro poema que describe a Noe, la cita y deja ver un yo poético que tiene una relación amorosa con ella. Algunos poemas salen del diálogo para elaborar una imagen, una condensación visual relacionada con el sueño de ella o con su despertar, en la voz del que observa o imagina: “Noe sale temerosa / del hoyo del sueño / como un cangrejo”.

En la poesía de Soares la construcción visual de una escena prima sobre la musicalidad y el ritmo de los versos: “caigo por un túnel de barro, a lo lejos una luz / y vos en la punta del tobogán / esperando con los brazos abiertos”, dice Pola en un poema que, de manera muy cinematográfica, monta esta imagen a otra presente en la que se encuentra sentada en el sillón de la peluquería. La red se tiende entre las soñadoras también, ya que Pola es amiga de Li, de acuerdo al poema más extenso y narrativo del volumen: “un año difícil. Había que tomar un poco de aire / volver a las cosas que me gustan. Por eso con Li / decidimos anotarnos en un curso de fotografía”. Otro sueño-diálogo en el que la hija soñada se superpone a Pola en los brazos del novio-padre: “eras el padre de mi hija / entraban juntos al mar / de la mano, pero también / era yo de vieja”. Así coagulan sueño y vigilia, diálogo y narración, presente, pasado y futuro, en una sola imagen.

El “sueño” también refiere el acto de dormir: “veo a mi hermana melliza dormir y la envidio”, revela Li la dificultad para conciliarse con su sueño. Esta última sección del libro establece una tenue continuidad narrativa con los poemas de Pola; el lector ya sabe que el novio de Li volvió algo cambiado luego de filmar en la selva por dos meses. Varios de los sueños de Li remiten a su pareja, que puede ser el mismo o no; oscilan entre el deseo y una difusa angustia. Los poemas de El sueño de ellas bosquejan retazos del mundo de cada una de las soñadoras en diálogos que perdieron la respuesta, abiertos, en escenas de sutil extrañamiento onírico. Los detalles visuales, sentimentales y narrativos labran cada escena con ligereza y nitidez, mientras que la multiplicidad de voces le da trama al conjunto, lo vuelve laberíntico y más denso.

Lucas Soares, El sueño de ellas, Bajo la luna, 2014, 38 págs.

26 Feb, 2015
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