Una sombra voraz

La ciencia ficción es de por sí el género que propone el cruce. Estoy refiriéndome al que realiza entre ciencia y arte, esferas que se contraponen y pugnan por ese espacio que, decimos, dejó vacante la religión. En la ciencia ficción cruzamos el vado de la religión y caminamos sobre ese filo delgado que separa el aire del agua y el fondo de las aguas… pasadizos secretos, interplanetarios, interdimensionales. Surreales hallamos, en el fondo lodoso, universos enteros de ficción que conectan el arte de la tierra con la lejana geografía de un satélite natural (Titán, luna de Saturno) y podemos incluso despertarnos en un Kraken Mare. Ahí, otra vez la crucifixión, con erratas, la crucificción, que, a modo de crucigrama, cruza ficciones en vez de palabras y nos pone a prueba en nuestro conocimiento o reminiscencia de la literatura y el arte.
Kraken Mare, la más reciente novela de Agustina Perez, se esconde en una colección de libros de bolsillo de ciencia ficción para contar el exilio o la huida de las ratas terrestres al mar de Titán y su resistencia contra las huestes del Pilathos de Sol, en una pelea material, pero sobre todo en una disputa por la lectura de un libro sagrado. Copistas versus fariseos. Las huestes del Pilathos quieren orden y centro, secar el mar y construir un shopping. Los héroes (los pintores Alfredo Prior y Raquel Forner, disimulados como Halfo Priorio y Rahee Forner) se las arreglan como pueden para conducir la batalla. Hay sacramento y hay misterio. Entonces, hay tradición (traición, la errata de ser traídos) para les escritores argentines, para les artistas argentines y para les del mundo mundial y universal, también. Una tradición occidental y más allá, a veces globalizada como un gumball. Hay cartón network y red de cartoon, hay reciclaje de papel y destilación de noches, tintas, escrituras mágicas y dibujos.
Las ficciones primeras de la infancia son los cuentos maravillosos, la religión y los dibujos animados. Y entre los cuentos de Andersen y los hermanos Grimm, entre el catecismo y la lógica de la animación —que es también la de la muerte y resurrección de los personajes—, ahí también se encuentra el cruce de un arte y una conciencia nueva. Caperuxita, Cenixienta, pero también el niño proletario, la chica de los fósforos, el working class hero. La crucificción pone cruces que son equis. La cruz, lo trans, los estados intermedios, las destilaciones, lo que se torna en su transmutación, transustanciación, transfiguración, transporte transhistórico. Cada oración cita es cita y resulta plegaria plega dita en la dicha de hojas que se acumulan. Xadre del extrañamiento entre sus extrañas entrañas nace de nuevo niñe (proletaria, plebella).
Aquí, el reciclado de las páginas, como palimpsestos dados a luz, los papeles escritos unos sobre otros, van cruzando las ficciones a la luz de las estrellas. Son sacramentos, misterios de la alquimia evangélica, mágica, de occidente, pero en busca del desborde, es decir, de un nuevo cruce. Novela collage, como las de Max Ernst, que va dejando colar, a la par de las imágenes, las ficciones de un contenido cultural que mayormente es transferido a nosotrxs como una calcomanía puramente proposicional, aunque sabemos que dentro de nosotros fluye la sangre y quema el fuego. De la ficción de conocimiento y el papel se construye la inmortalidad. Las Escrituras resucitan a Cristo, también a las protagonistas de los cuentos y los dibujitos, y a les amigues.
Halfo Priorio y Rahee Forner son personajes de Kraken Mare, pero hay otros. Por ejemplo, ehrratas, roedores que en las transcripciones sucesivas y simultáneas (y sucesorias) se transfiguran en pasadizos y habilitaciones de nuevos planos y planetas. Maneras de inscribir los mismos cuerpos luminosos en esa pastera eterna que, según Agustina Perez nos demuestra, resulta ser la literatura.
Agustina Perez, Kraken Mare, Libros del Cosmonauta, 2024, 138 páginas.
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