Los mantras modernos

Título atrevido para una novela que encara lugares comunes ripiosos, de esos que provocan ataques de pánico de puro obvios: “quiero y me quieren, todavía tengo expectativas, existe un futuro y es luminoso”. ¿Se pasea la trama por temas de autoayuda? Los asimila, los circunda, los destripa con velocidad de ave de rapiña, para devorarlos y volverlos afines a su metabolismo. Un ejercicio que la buena literatura puede permitirse, sobre todo si el plumífero demuestra lucidez de observación y aceptación de datos verídicos.

El autor trasmuta una mántrica voluntarista y pegajosa en la nada trivial peripecia de dos estirpes relacionadas con el arte de “desaparecer” de la vida corriente, a fin de resurgir a un modo más atrayente de existencia (es lo que necesitan… ¡y lo que más temen!): Héctor, su mujer Isa, hijas Sabrina y Lupe; Diciervo, su padre Ababa, mujer Camelia e hijos Masita y Rapo; amén de parientes, conocidos y allegados. Persiguen la masvida, quieren pasar a través del espejo, espían la cara oculta de la luna. O, en términos de la novela, van tras una “vida exótica” (weird life), mirar “bizco” (con “el ojo sabio”, resume Lupe) que los hace invisibles y les brinda lo que “los inertes” no perciben: “una sacudida, una ola de electricidad que te levanta y te mete debajo del mar sin que puedas evitarlo”, concluye Ababa. La voz narrativa se muda de unos cuerpos a otros. Tan espesa es la urdimbre del texto, tan sostenido el ritmo, que el lector no precisa aclaraciones para entrar en la minucia de relaciones, afectos, acercamientos progresivos, quiebres fatales.

Porque el asunto de la novela no es otro que los fallutos lazos: búsqueda de encuentros que uno necesita (requeridos por cada personaje, sin mendigar) y la vida escatima (aceptación, sin rabia). Por su riqueza torrencial, vivo es aquello que no podemos nombrar, aunque sepamos de qué trata. Lo ambiguo de existir se explicita de modo irrebatible en la percepción: esta es una novela sobre los sentidos, y antes que nada sobre el tacto (¿algo/alguien es visible, invisible?, ¿desde dónde me llegan esa voz, esa caricia transida?). En el escenario urbano de Embarcación, a los cuerpos los mueve la tecnología: chips implantados, cables que te crecen, “aplicaciones para hacer aparecer lo invisible”. Pero lo que rige la vida intempestiva son las ganas de aflojar, sacarse los zapatos, respirar despacito y dejarse mecer por el gozo. “Anidar”.

Se trata de un texto trufado de literatura: la ficción especulativa convive con el fantástico juvenil y no niega un costumbrismo por momentos cochambroso y grotesco. Sorprende tanta lectura asimilada por un escritor joven (aquí: risas del autor). Castagnet transforma su menesunda de estilos en destilado de mentes que imaginan y corazones que sienten. El hilo de seda y acero que conduce su narración es el esfuerzo por renacer a una materialidad de objetos en los que cobijarse y zafar del desamparo.

¿Para qué sirven las clasificaciones de texto y autor? Sin duda organizan la lectura, deslindan géneros, delatan influencias. Pero la obsesiva mención de estilos y géneros embute al autor en un corsé que lo limita (un autor cree las críticas más de lo que suele confesar) y genera en la prensa convencionales mantras que a veces desvían la atención del evento central: una vida mestiza e impura toma forma de texto y así se vuelve única. En Los mantras modernos planea lo gótico, el cómic japonés, Lewis Carroll y hasta Black Mirror (temporada 2, episodio 1: ojo, la novela es previa a la difusión de este tramo de la serie). Pero las presas sólo son carnaza para el OVNI Tintín, objeto volante netamente identificado.

Martín Felipe Castagnet, Los mantras modernos, Sigilo, 2017, 204 págs.