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Cada decisión que tomamos abre un mundo de posibilidades. ¿Quién no se preguntó, después de un accidente o de un grave error, qué hubiera pasado si…? ¿Por qué nos enamoramos de cierta persona? ¿Qué hubiera ocurrido si ese encuentro improbable con el otro, el buen día y en el buen lugar, no se hubiera producido? Oslo, segunda y magistral novela de Martín Caamaño, trata de esas probabilidades mínimas, de esos momentos triviales en los que se juegan, ajenas a nuestra voluntad, nuestras existencias.
La novela empieza en el futuro de un pasado que no fue. Oso, el protagonista, busca en Facebook a viejos conocidos, amistades, colegas del trabajo. Como si cuidara a un enfermo terminal o a una planta que corre el riesgo de secarse, prende cada día la computadora, abre el rectángulo donde las líneas negras titilan y escribe un nombre. Oso busca gente, sube fotos, alimenta a su plantita moribunda, pero no sabe todavía que el pasado ya lo ha encontrado a él. “Oso cree que eso que se abandona, que se olvida, muere para siempre. Pero no, no funciona así. De lo olvidado, de lo abandonado, siempre queda un resto”, leemos. Y es ese resto el que obsesiona a los protagonistas de Oslo: Oso, Anita y su marido, Manuela, Milton y Bruno. Con un estilo preciso, musical, Caamaño compone una novela en la que el pasado y el futuro convergen. En un flashback, el narrador nos lleva al momento en que un Oso joven se anima a sentarse, torpe y casi sin pronunciar palabra, en la mesa de la chica más linda que jamás vio. Porque “cuando una mujer hermosa tiene un defecto, precisa Oso, alcanza lo sublime”.
Otro día, mucho tiempo después, el capitán de un avión de línea comete una locura y acerca su nave hasta rozar prácticamente el estadio de River Plate en medio de un partido en el que la selección colombiana terminó goleando por cinco a cero a la selección nacional. No tendrá la misma destreza la noche del accidente cuando, en plena ruta, no logre esquivar el cuerpo del caballo que se le viene encima. “Si él pudiera verlo con detenimiento, notaría el aire triste en sus ojos enormes y podría maravillarse con la calma estoica del animal, esperando su hora con elegancia y resignación. Todo en el caballo en ese momento adverso es una lección sobre la muerte”. Cada acción tiene consecuencias irreversibles. Una tarde, Manuela, la hija del hombre que escapó a la muerte, piensa cómo sería ser besada por Milton y anula su cita con Bruno. Bruno decide entonces que no tiene sentido ir al cine, la gracia era ver la película con ella. Oslo trabaja en el borde frágil de esas otras vidas posibles.
Con una prosa punzante, la novela nos interroga también sobre lo poco que conocemos a quienes amamos. ¿Qué sabe, a fin de cuentas, Bruno de su padre? ¿Qué tanto conoce Oso a Anita o Manuela a sus padres? Frente a esas cegueras sentimentales, Oslo se vuelve una línea de fuga, un deseo de lo otro y del otro, de lo conocido que se nos vuelve extranjero. Entre las luces de neón y las palmeras del Copacabana, el bar en el que Manuela y Milton se dan cita, Caamaño crea un clima de exotismo de cercanías y nos muestra que, a veces, lo desconocido es justamente lo que tenemos frente a los ojos. Oslo deja entonces de ser un posible destino exótico, para convertirse en una máquina de remontar el tiempo o en una promesa de convertir las pequeñas catástrofes en milagros sutiles.
Martín Caamaño, Oslo, Mansalva, 2021, 128 págs.
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