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Más allá del eterno debate entre el Cortázar novelista y el Cortázar cuentista, más allá de la discusión sobre su caducidad o contemporaneidad, se esconde un Cortázar artesanal y juguetón cuya relevancia pocas veces parece mencionarse. Hablo del Cortázar autor de libros-objetos como Último round, como La vuelta al día en ochenta mundos, como Los autonautas de la cosmopista. El mismo autor que, como pocos, comprendió la relevancia literaria del creciente diálogo que entre imagen y texto comenzaba a tramar la cultura contemporánea. Ese mismo Cortázar que, siempre atento al arte del collage y del montaje, heredero de los experimentos de las vanguardias, imaginó la novela como un enorme almanaque que lo incluyese todo: imágenes, dibujos, recortes de prensa y juegos infantiles. No es de extrañar que ese escritor escribiese también guiones para cómics —Fantomas contra los vampiros multinacionales y La raíz del ombú—, pues es tal vez en el cómic donde el juego entre imagen y texto se exhibe con mayor claridad. Tampoco es de extrañar que una biografía esbozada en forma de cómic logre esbozar con claridad la relevancia de su vida y de su legado. Y es precisamente eso lo que nos regalan Jesús Marchamalo y Marc Torices en Cortázar, biografía ilustrada en viñetas recientemente publicada por la editorial Nórdica, en la que vemos al autor de Rayuela nacer, partir de la Argentina, politizarse, enamorarse, convertirse en el autor fetiche de la bohemia juvenil e incluso enfermarse, todo con un toque juguetón que sin duda hubiese apreciado el creador de Historias de cronopios y de famas.
Tal vez el gran acierto narrativo de Cortázar fue comprender, tal y como había hecho antes la vanguardia con sus collages, que el mundo contemporáneo anulaba la noción clásica de estilo a favor de textos que incorporasen una multiplicidad de registros, voces y materiales. Como el collage, sus textos apuntan hacia la alegre variedad del mundo visual que empezaba a despuntar a través de la novela gráfica y el lenguaje visual de la publicidad. Allí recae también el gran logro de esta biografía ilustrada, en la que de la mano del preciso y siempre inteligente guión de Jesús Marchamalo, que nunca se reduce a la polémica ni al chisme, Marc Torices logra construir un mundo visual que brilla en variedad y registros: desde el austero blanco y negro con que se retrata el famoso encuentro con Borges que llevó a la publicación de Casa tomada hasta la colorida vivacidad con que se ilustra el triunfo de la Revolución Cubana, sin olvidar la excelente incorporación de material de archivo, tal como la marginalia con que glosaba sus libros o las imágenes de su famosa entrevista con Joaquín Soler Serrano; la variedad de registros gráficos se mantiene fiel a la vida de un hombre que tuvo la valentía de ser muchos hombres. Sin barba o con barba, apolítico o fervientemente revolucionario, flamante miembro del boom pero también autor de cómics, Cortázar aparece aquí como siempre quiso: proteico, múltiple, travieso, fiel a la idea de que la infancia y sus juegos son nuestro último bastión.
Jesús Marchamalo y Marc Torices, Cortázar, Nórdica, 2017, 224 págs.
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