El palacio

Mario Bellatin

LITERATURA IBEROAMERICANA

En la primera página de la nueva propuesta de Mario Bellatin se reproduce la fotografía o el escáner de una página mecanografiada, que muestra el inicio del libro que vamos a leer. Sorprende que se trate de un único y largo párrafo, porque El palacio es una obra en verso. Mediante ese gesto —la inclusión de esa imagen—, el escritor peruano-mexicano parece querer señalar el origen mítico (la Underwood portátil modelo 1915 que dio título a una de sus novelas cortas) y, al mismo tiempo, dejar claro desde el principio que su escritura es siempre proceso, artificio y mascarada.

Un baile de máscaras que atañe tanto a la forma como al fondo, tanto a la sucesión de versos y sus repeticiones literales, que va imprimiendo en el texto una música obsesiva, similar a la que define la danza de los derviches giróvagos, que el propio autor practica; como a los cambios de espacio, tiempo, personajes o puntos de vista, de modo que lo que podría parecer la conversación entre un escritor y su siervo, en un ámbito que a veces es mezquita y otras es palacio, tras la superación de una guerra que se confunde con castigos corporales y ceremonias religiosas, acaba siendo el largo monólogo de alguien que discute consigo mismo el sentido de su obra, mientras repite, escribiendo, que no va a escribir más.

Lo que hace en realidad es regresar a una forma de escritura ingenua y auténtica, anterior a las distorsiones que introdujo en su biografía de artista la entrada en los mecanismos de la industria editorial. La Underwood portátil, el salón de belleza, el poeta ciego, la deformación física y la condición mutante, la ausencia de una mano, el texto sagrado, la atmósfera onírica, el deseo prohibido, el diálogo entre América Latina y el imaginario oriental: la insistencia en esos motivos, que remiten al conjunto de la obra previa de Bellatin, hace de El palacio una summa sintética, un testamento prematuro y una especie de rebobinado en forma de espiral. Su lectura evidencia que el sentido profundo de la obra bellatiana fue formulado hace un cuarto de siglo en Salón de belleza, su novela más clásica y, no obstante, su obra más oracular: el estudio del escritor es a la vez un taller de artesanía hermosa y un moridero, un espacio del horror. Todos sus textos, que conforman un único corpus conceptual, se mueven en esa antítesis, entre lo sublime y lo monstruoso, entre lo perfecto y lo amorfo. Pero ninguno consigue, como lo hace El palacio, un ritmo tan hipnótico, tan similar al trance, que recupera el tiempo de la literatura anterior a la carrera literatura, a la modernidad, a la tecnología, previo incluso a la propia escritura: cercano al latido de la religión.

 

Mario Bellatin, El palacio, Sexto Piso, 2020, 80 págs; Marciana, 2020, 96 págs.

10 Dic, 2020
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