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Jenisjoplin es la segunda novela para adultos que publica la escritora vasca Uxue Alberdi, después de Aulki-jokoa (Elkar, 2009). También ha publicado un par de libros de relatos, así como una crónica literaria, el ensayo Kontrako eztarritik, por el que ha recibido este año el Premio Euskadi, y varios títulos de literatura infantil. Jenisjoplin es la primera de sus obras que se traduce del vasco al castellano y fue galardonada en 2017 con el Premio 111 Akademia, un galardón que otorgan los lectores vascos.
Se trata de una ficción realista que, sin embargo, tiene algo de fantasmagoría o más bien de entelequia, dado que el personaje central que guía el libro es, en sí mismo y por decirlo filosóficamente, principio de su acción y fin. Jenisjoplin es el mote cariñoso que le pone a Nagore Vargas Alkorta su padre, un maqueto (nombre despectivo de los emigrantes españoles que fueron a trabajar a Euskal Herria) con fuerte conciencia de clase y ambición revolucionaria, de quien Nagore heredará el inconformismo y el compromiso con la lucha política de izquierda.
La acción arranca en los últimos días del verano de 2010, cuando la protagonista tiene 28 años, y llega hasta los primeros días de 2014. Sin embargo, gracias a su estructura narrativa de idas y venidas, recorre casi tres décadas de la historia colectiva de Euskadi. Los recuerdos intercalados que la protagonista va dispersando por la narración le imprimen velocidad a la historia y se presentan en tanto que ensoñaciones que revelan una cierta transitoria pérdida de la conciencia, tema que es central en Jenisjoplin.
Y es que el punto de giro de esta historia se produce cuando a Nagore le diagnostican el VIH. Hasta ese momento se ha dejado guiar por la irracionalidad de las pasiones, ha vivido a merced de la violencia del deseo: todas sus relaciones con los demás estaban mediadas por la seducción de la carne. Su vida era un torbellino de pulsiones kamikazes, un seguir hacia delante por pura intuición. La conciencia de la enfermedad, del cuerpo débil y vulnerable, obliga a Nagore a reinventarse, a entender que tiene que parar el vértigo, que en la velocidad y en el límite no está la verdad, sino que esta anda más cerca de la ternura y los cuidados, de la lealtad y del equilibrio de la interdependencia. Al aceptar su debilidad, Nagore adquiere una fuerza mayor, una seguridad férrea que le permite pensar en la idea de futuro y le da, paradójicamente, esperanza.
La historia de Nagore le sirve a Uxue Alberdi para radiografiar a esa generación del “lumpen vasco” nacida en los ochenta, que asiste al abandono de la lucha armada del grupo terrorista ETA, para la que el infierno de la heroína es más una sombra que un recuerdo, pero que aún lucha en las calles contra la policía, se manifiesta (con el temor real de ir presos y acabar torturados) y pone en marcha proyectos periodísticos alternativos. Una generación enrabietada, que se creía inmune, que suda adrenalina y que se ve forzada a acabar cuestionándose si el triunfo y la derrota no son conceptos relativos.
Mención aparte merecen las relaciones paternofiliales que refleja la novela. De un lado, está el vínculo de Nagore con su padre, quien la ha educado sin miedos, en la valentía del arrojo y la disidencia y con quien, en privado, mantiene una extraña relación de colegueo. De otro, está la relación con la madre, más conflictiva, debido al silencio y a la distancia que siempre hubo entre ellas y que, sin embargo, después del divorcio y la marcha del padre, se torna más cercana y, finalmente, gracias a la enfermedad, se atenúa y enternece. Relaciones ambas, unidas a la de su novio Luka (quien permanece a su lado, diligente y amoroso, paciente y amable), que le permitirán a Nagore entender qué es la sororidad, pero también redimirse de la androfilia. A celebrar la serenidad, la calma y el placer de la belleza, sin que este ande mediado por la politización de la ideología de clase.
Uxue Alberdi, Jenisjoplin, traducción de Irati Majuelo Itoiz, Consonni, 2020, 256 págs.
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