La Santita

Mafe Moscoso

LITERATURA IBEROAMERICANA

Un grupo de mujeres vive bajo tierra en un país extranjero lleno de turistas que descartan cantidades enormes de basura. Sobre esta imagen enrarecida de la población migrante, cae un meteorito que emite música de Julio Jaramillo, cantante popular ecuatoriano, conocido como “el ruiseñor de América”. Esto pasa en “Cómo hacer que una extranjera siga apuntando el dedo hacia el sol”, uno de los cuentos de La Santita, el primer libro de ficción narrativa de la ecuatoriana Mafe Moscoso. Antes, la autora, residente en Barcelona, había editado estudios de antropología, que es su ocupación principal, y poesía. Estos datos sueltos explican buena parte del libro.

El meteorito que cae sobre el país extranjero produce el mismo tipo de actitud que el monolito de 2001: odisea del espacio, la película de Kubrick: desconcierto y fascinación entre quienes lo miran; ansiedad interpretativa en los lectores. Puede ser una alegoría del colapso ambiental y demográfico; el libro está bastante alineado con esa tendencia contemporánea de la literatura y la teoría, muy presente en la editorial bilbaína Consonni. Sin embargo, la piedra también indica el mecanismo de los cuentos: una cita que equilibra con cultura de masas y ciencia ficción extranjera —como el país en que transcurre— lo que de otro modo sería sólo la exhibición de la cultura de origen, bien como refugio tradicionalista de las migrantes, bien como requisito de la ficción producida por sujetos latinoamericanos.

Lo mismo hacen el nombre “Obi Wan Kenobi” y la expresión “soap opera” en otros títulos: introducen la importación de golpe, con un contraste brusco como la caída del meteorito entre las prácticas rituales y culinarias que componen la mayoría de los cuentos —el que da nombre a la colección sería un ejemplo de la primera; la preparación de la comida para convocar a los muertos un 2 de noviembre en “La comunera Carmen Triguero cerró fuertemente los ojos”, de la superposición de las dos—.

Como vive y publica fuera de la región de origen en que basa su ficción, Mafe Moscoso necesita incluir a Jaramillo en la lista de reproducción que incluye al final del libro —analógica, sin QR— y agregar una nota al cuento en la que explica la leyenda sobre la piedra aparecida en Mulaló, Colombia. El efecto es parecido al que produce la referencia periodística al final de “El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga: lo sobrenatural parece expulsado.

Como Quiroga, Moscoso toma partido por los animales (cangrejos que reclaman justicia, una criatura que recorre la red de aguas peleando contra el envenenamiento de su hábitat) y disimula el fantástico. Aunque el prólogo de Mariana Enriquez parecería orientar la lectura hacia ahí, La Santita no se integra a la ficción de género escrita por mujeres, entre las que hay varias ecuatorianas: María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Gabriela Ponce y Solange Rodríguez Pappe. Puede ser que todo ocurra de forma natural para personajes que se llaman “Amaranta” o “Wilfrida la hermosa”, como en una novela de García Márquez. O que en la literatura de una antropóloga la caída del meteorito sea una metáfora de los mecanismos de incorporación cultural desde el espacio cerrado de una cultura oprimida. No deja de producir asombro, pero lo reparte entre los muertos que vuelven y sus costumbres extranjeras. Depende para quién se escriba y dónde se lea.

 

Mafe Moscoso, La Santita, prólogo de Mariana Enriquez, Consonni, 2024, 128 págs.

3 Abr, 2025
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