Hamlet

Un signo incompleto es la recopilación cuidadosamente editada de notas, fragmentos de ensayos, algunas cartas y poemas de un poeta que reflexiona sobre la poesía, que la define y la desdice, por la más valiosa de las razones: porque la poesía es para él la vida misma. Se trata, además, de un poeta que ha tenido una experiencia singular, capaz de reunir en la fuerza de su pensamiento y de su vida, elementos que parecerían irreconciliables. Leminski, bohemio y alcohólico; Leminski en un monasterio cuando en sus inicios la palabra poética es una puerta mística a un más allá de lo cotidiano; Leminski practicante de las artes marciales; Leminski concretista y post-concretista, estudioso del budismo zen, de la tradición de los haiku, fotógrafo. Autor de géneros múltiples, poemas, ensayos, novelas, biografías, traducciones, eslóganes, grafitis, canciones, cartas, apuntes, el recorrido por sus textos resulta en la apertura de un pensamiento descentrado que hace una apuesta vital por lo poético, con un vitalismo centrado en la palabra y sus relaciones con lo vivo: “Son las palabras las que están en la vida / no la vida en las palabras”.
Amalgama de herencia modernista —ahí donde la poesía se plantea como experimentación con el lenguaje— y mirada lúcida y lateral al gran movimiento de la abstracción brasileña, la concepción poética de este autor deja como legado una serie de preguntas que permiten pensar los tiempos actuales y el reparto contemporáneo de las prácticas poéticas y su sentido, cuando insiste, como este libro deja ver, en el concepto de la poesía como in-utilidad. “El poema no te da nada a cambio”, dice, y en eso hace residir su fuerza y su capacidad de resistencia, opuesta al mercado, al servilismo, al intercambio mismo. “El lucro de la poesía, cuando es verdadera, está en el nacimiento de nuevos objetos en el mundo. Objetos que representan la capacidad que uno tiene de producir nuevos mundos. Una capacidad in-útil”.
Lector sutil de los teóricos y críticos de la modernidad, después de hacer un repaso razonado por las poéticas del siglo XX, como la poesía fácil, la participante, la marginal, la que circula por editoriales alternativas, la de la posdictadura, la de las revistas, Leminski concluye que el poder de resistencia de lo poético reside en el trabajo con una forma inasimilable (donde la forma es productora maquínica de nuevos significados), pero una forma no abstracta o pura sino impregnada de lo cotidiano, nutrida de la vida y los lenguajes de su Brasil contemporáneo, con la dignidad de “escribir como hablamos nosotros, de este lado del Atlántico”, con esa lengua mezclada de sus habitantes: negros, indios, mestizos, mulatos. Muy consciente del lugar periférico de nuestras literaturas en el gran canon occidental, insiste no obstante con la dimensión utópica del trabajo poético, en la posibilidad de crear una lengua fuerte que se imponga por su misma materialidad y que invite, a la vez, al placer, a la reflexión, a la multiplicación de las experiencias, a la creación de mundos posibles.
Reflexión viva, escrita con la tensión de un deseo, su fuerza es contagiosa y no puede sino celebrarse como una invitación a renovar un entusiasmo no inocente por la poesía, del que se sale fortalecido como lector, como poeta, como sudamericano, para avanzar en lo ilegible, lo in-útil, lo que da la vida.
Paulo Leminski, Un signo incompleto, compilación y traducción de Iván García, arte de Déborah Pruden, Editorial Excursiones, 2018, 136 págs.
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