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Kurt Vonnegut es el comediante del apocalipsis y Hocus pocus vuelve a demostrarlo. Ante la inminencia de desastre total que se cierne sobre unas vidas ligadas inextricablemente a los derroteros de la historia, sus personajes se enfrascan en diatribas zurcidas por unos recuerdos desflecados, en los que conviven el disparate y la indignación moral.
Despedido por transmitir valores antiestadounidenses, tales como la inevitabilidad del fracaso, en un instituto escolar para disléxicos al que llegó por una concatenación de sucesos no menos azarosos que por los que recala como alfabetizador en la prisión de máxima seguridad ubicada cruzando el lago, Eugene Debs Hartke, veterano de Vietnam devenido educador, espera el juicio en su contra acusado de ser el autor intelectual de una fuga de presos y el posterior asesinato de unas mil personas. Como muchos narradores de Vonnegut, Hartke no es culpable de los crímenes que le imputan, aunque sí de otros. Encarcelado en la biblioteca del colegio en el que diera clases y escribiendo en trozos de papel, Hartke garabatea fragmentos de la historia que no figurarán sino como una nota al pie en los archivos oficiales. Corre el año 2001 (ligero desplazamiento temporal en una novela publicada en 1990), unos Estados Unidos endeudados rifaron la mayor parte de sus activos a capitales extranjeros, la industria cultural embota la capacidad de discernimiento y la creatividad de los ciudadanos, la cultura del entretenimiento aplana cualquier posibilidad de reflexión crítica. El artilugio de la escritura fragmentaria, entonces, surge como correlato del paisaje de ruinas que se avizora en el presente de la civilización.
Frente a la licuefacción del capital y su deriva financiera, frente a la captura del pensamiento por la uniformidad discursiva y de la realidad por el simulacro, Vonnegut se erige en un trapero que recoge los restos del desastre, convencido de que la idiotez puede ser ilimitada y que su función es dar testimonio de ello. Todo dicho sin el menor ápice de solemnidad. Hocus pocus es una sátira distópica ácida como el vinagre y escurridiza como el mercurio.
Kurt Vonnegut, Hocus pocus, traducción de Ariel Dilon, La Bestia Equilátera, 2019, 352 págs.
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