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Manifiesto por una musicología punk y otras ideas herejes

Leandro Donozo

MÚSICA

¿Qué piensa un editor de los textos que recibe o espera? ¿Cuáles son sus coordenadas? Carlo Feltrinelli intentó en Senior Service bucear en la vida consagrada de su padre Giangiacomo, quien había reunido en su catálogo desde Witold Gombrowicz, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez hasta Henry Miller y Doris Lessing, pasando por el Libro rojo de Mao y los derechos de imagen de la extraordinaria fotografía tomada por Alberto Korda a Ernesto Che Guevara. Están por otra parte Los papeles de Herralde. Una historia de Anagrama 1968-2000, compilados por Jordi García. Leandro Donozo se pliega sin levantar la voz a ese gran linaje. Lo hace desde el sur del sur de esto que llamamos Argentina. No porque sea un equivalente austral, sino por lo que significa una vida consagrada a los libros, en su caso sobre las músicas más diversas. Donozo es un Quijote en un país de muchos sordos. Gourmet Musical ha editado más de cien títulos y desafía a los molinos de viento de la economía, incluso en su actual y cruel etapa anarcocapitalista. Ha apostado por autores noveles y les ha dado lustre a otros como Norberto Cambiasso, autor de dos extraordinarios volúmenes sobre el rock progresivo, Vendiendo Inglaterra por una libra, y publicó la investigación sobre todo lo hecho por Charly García, las más de mil páginas acumuladas en los tomos de Esta noche toca Charly, de Roque di Pietro. Ha tenido a su vez el mérito de dar a conocer dos ensayos esenciales del musicólogo franco-canadiense Jean-Jacques Nattiez, Proust músico y Mito, ópera y vanguardias, y salió al rescate de la obra de los compositores Gerardo Gandini y Graciela Paraskevaídis. También se ha ocupado de la cumbia, el tango, los cantos de las hinchadas y Cemento.

Ahora Donozo escribe en primera persona. Manifiesto por una musicología punk y otras ideas herejes se presenta como un compendio de sus aspiraciones como editor. Interesa aquí la idea de “manifiesto”, que siempre ha sido, tanto en la política como en el arte, una suerte de declaración de intenciones. No abundan en la música argentina. Habría que remontarse a la primera presentación del octeto de Astor Piazzolla o el apasionado escrito de Luis Alberto Spinetta, “Rock: música dura, la suicidada por la sociedad”, para acompañar su magno Artaud. Desde ya que Donozo no promueve el punk como método. Toma prestada, no obstante, una aspiración de vehemencia y actitud, un llamado a escapar de la glosa pueril y el clisé, el elogio acaramelado, el dato deshistorizado, el academicismo inescrutable y la ausencia de desafío crítico a la hora de abordar un objeto. Lo “punk”, por lo tanto, es para él lo “hereje”. Y advierte: “Frente a una musicología cuyos resultados no interesan ni son útiles a nadie, ni a la música, ni a la ciencia, ni al público, ni a los mismos musicólogos, no hay futuro”. Quiere discutir con investigadores de oropeles y periodistas, con aquellos que quieren “inventar la pólvora todos los días” y solamente dicen lo “que ya todos saben, pero en difícil”. Se planta ante los “burócratas que no se ocupan de nada que no tenga su casillero previsto en los formularios de evaluación o en solicitudes de becas, cargos y concursos”. Les moja la oreja a los que se escudan en “glosar marcos teóricos como forma de autojustificación” pero que, en el fondo, esconden falta de criterios, fundamentos y argumentos. Tampoco vislumbra un horizonte en los “congresos que solamente sirven para repartir certificados y no para el diálogo”. Y apunta, a su vez, contra “una musicología avergonzada de sí misma y que se desangra en intentar ser a la vez sociología, semiología, estudio cultural, antropología, historia o gastroenterología”. Berrincha, sí. Lo hace contra aquellos que se parapetan en “la última revista norteamericana o europea y el diario de ayer”. Lo que reclama es una escritura transformadora “que cambie nuestra manera de escuchar, de entender y de pensar la música y, por ende, nuestra manera de escuchar, entender y de pensarnos a nosotros mismos y a la sociedad y el mundo en que vivimos”. Enorme desafío en tiempos en los que Javier Milei versa sobre ópera bufa y Lali Espósito es una referente del malestar cultural. Donozo reconoce que “es difícil ser editor de uno mismo, pues uno carece de la distancia y las perspectivas necesarias para evaluar el trabajo propio”. Lo asume y se lanza a la pileta sin agua porque confía en poder levantarse. El libro se completa con una recopilación de lo que en su momento denominó “micro críticas”. El editor se paseaba por la ciudad nocturna y a medida que descubría nombres propios y trataba de pensar sus actividades, descubría una trama musical diversa, pletórica, que siempre rema en dulce de leche y trata de imponerse a las condiciones de producción y circulación. Ayer y mucho más hoy, cuando todo se encuentra en estado de supervivencia. Desde ese lugar de fragilidad es que el editor hace ejercicio de su perseverancia.

 

Leandro Donozo, Manifiesto por una musicología punk y otras ideas herejes, Gourmet Musical, 2025, 144 págs.

26 Jun, 2025
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