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Source / Source ⧺ We Move

Nubya García

MÚSICA

Entre las distintas escenas locales en que viene prosperando el antes llamado jazz europeo, la de Londres sobresale. Centro magnético de oleadas de migraciones de todos los continentes, venero del rock, el pop, el reggae, el punk y la electrónica, hace décadas que el jazz de la ciudad vibra de atrevimientos, necesidades expresivas y retos a las limitaciones. En la Londres de los sesenta, el fabuloso guitarrista Derek Bailey selló la confluencia entre el free jazz y la improvisación libre extraterritorial, tocó tanto con John Zorn como con el rockero vanguardista David Sylvian y participó en “Jesus’ Blood Never Failed Me Yet”, esa canción de Gavin Bryars en que, en loop de treinta minutos, cuatro versos murmurados por un homeless se repiten subiendo despacio desde la intemperie a un santuario orquestal. En el insigne Ronnie Scott’s de Londres, Tony Oxley, baterista titular, acompañó a todos los grandes del jazz de la segunda mitad del siglo pasado mientras ampliaba su lenguaje incisivo con un juego propio de elementos de percusión y fuentes de sonido electrónico que al cabo aportaría a su sociedad con Cecil Taylor. Esta ebullición no iba a cesar; en los ochenta, cuando los gobiernos conservadores retiraron las subvenciones a los clubes, artistas jóvenes educados en conservatorios se mudaron a otros espacios para tocar a su gusto un jazz embebido de reggae, hip hop, acid house y ritmos amerindios y africanos. Hoy son muchos, y para ellos es lo de menos si hacen exactamente jazz. Uno de los adelantados, el clarinetista y saxofonista Shabaka Hutchings, suele afirmar que las palabras son secundarias, que ya Ellington o Coltrane querían que su música, guardando el sentido de origen, llegase lo más lejos posible sin dejarse encasillar; Hutchings tanto puede combinar psicodelia y odiseas espaciales como recurrir a un quinteto sudafricano, al MC Congo Natty o a la rapera Kate Tempest. Otro, el tecladista Ashley Henry, tocó con Jason Marsalis y Terence Blanchard pero se sitúa dentro de un arco que abarca el soul, Digital Underground y Freddy Mercury. En esta fronda asomó hace unos años una saxofonista de voz penetrante, danzadora y políglota. Nubya García nació en 1991 en Camden Town, Londres, en un hogar saturado de músicas. El padre, cineasta, había llegado de Trinidad y Tobago; la madre, guyanesa, acumulaba discos de todo género —clásica, latina, reggae—. A los cinco años Nubya empezó a estudiar violín; a los seis, viola. Pero a los diez la colección de metales de su padrastro la persuadió de pasarse al saxo tenor. Más tarde integró la Camden Jazz Band, fue a Berklee y profundizó con antiguos miembros de los Messengers de Art Blake. Después de lanzar en 2017 el EP Nubya’s 5ive y en 2018 When We Are, y de actuar en varios festivales explorando el uso de la electrónica en vivo y tangenciales frases de standards, García había logrado sobresalir como joven jazzista singular, aplaudida tanto por puristas conservadores que le agradecían las influencias de Dexter Gordon y Sonny Rollins como por fans del crossover, la sónica afroamericana y la pista de baile. En 2020 apareció Source, el primer álbum a su nombre. García lo calificó de “oda decidida a la historia musical”; suena desmedido, sí, aunque lo cierto es que, alimentado de cumbia, calipso y dance, Source expresa una visión del jazz de raigambre histórica y sentimiento actual. En el primer surco, “Pace”, y en otros como “The Message Continues” (más aún en las versiones en vivo), sobre los grooves intrincados de contrabajo, batería y piano, los solos de García, infundidos de un soul subrepticio, crecen sin apuro de la repetición cadenciosa de breves motivos ligados a series de notas mordidas, explosiones de volumen e intervalos ampliados; al fondo, a veces, coros de voces femeninas ondulan como cortinas o irrumpen las dinámicas intervenciones de la trompetista Ms Maurice. Uno ha empezado a menear el esqueleto, y las ganas arrecian cuando el afrobeat se conjuga con el trip-hop y con melodías caribeñas. Entonces, en “La cumbia me está llamando”, la formación de García se alía con La Perla (voces, tambores y gaitas de cuatro bogotanas que hacen cumbia o champeta) y el clima se pone bullanguero. A fines de 2021 apareció Source We Move, para el que García invitó a músicos del hip hop, la experimenta o el house a remixar los temas de su debut junto a colegas del mundo del jazz. Más que mostrar un progreso, el disco echa nuevas luces sobre su trabajo dentro de un estilo más dado a la claridad afirmativa que a las fortunas del extravío. García cedió el mando de sus temas para que los movieran por otros senderos. Así, añadiendo a la instrumentación de La Perla ritmos más sincopados, un bajo flexible y una batería afilada, Kaidi Tatham —una leyenda del broken beat londinense— transforma “La cumbia me está llamando” en un raro triunfo del baile. Las voces colombianas y las tamboras llegan como vaporizadas por un viento atlántico. Están lejos pero están en la canción.

Si desde los años cuarenta del siglo XX hubo un bebop identificado con lo latino (hubo un cubop), luego un cool prendado de la bossa nova y más tarde proliferaron fusiones, asimilaciones, pastiches, deconstrucciones y reconstrucciones, estos dos discos son otra cosa. Partes de una música del acercamiento: contento, comprensivo, enfocado, cimbreante.

 

Nubya Garcia, Source, Concord Jazz, 2020; Source ⧺ We Move, Concord Jazz, 2021.

 

Esta reseña se publicó originalmente el 3/3/2022.

22 Dic, 2022
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