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Nicolás Jaar emergió de una cuarentena voluntaria a principios de 2020 con su tercer disco de estudio, Cenizas. Después de trabajar como coproductor en el galardonado Magdalene (2019) de FKA Twigs, el artista chileno-estadounidense necesitaba encerrarse y pensar acerca de su propia música. En este aislamiento con alcance espiritual, buscaba una manera de callar las voces ajenas, “deshacerse de la negatividad” y crear una obra que no respondiese a expectativas ajenas ni naciera de una ambición del ego. El resultado es su disco más personal, una obra austera en la que su creador avanza sin dirección, perdiéndose a paso lento en los laberintos de su psiquis. Y sin embargo, Cenizas también se siente como un homenaje a las influencias que guiaron su sonido y obsesiones desde que irrumpió en 2011 con su ya clásico debut Space is Only Noise. Asoman los vientos y las arpas tal como los expandieron la pareja Coltrane (John y Alice), el carácter político de las obras de su padre Alfredo, y el ethio-jazz que recorre sus mixes improvisados. Pero el gran ausente del disco es el house, género del que se había apropiado para convertirlo en parte de su sello personal, desde su primer hit en 2010 con “Mi mujer” hasta Darkside, su excepcional proyecto junto al guitarrista Dave Harrington. Alejado de las giras mundiales y reemplazando la pista de baile por el estudio de grabación, Jaar renunció a lo que su público esperaba de él (justo cuando padecía dificultades para encontrar una nueva inspiración que le fuera propia).
Alrededor de la salida de Cenizas, Jaar publicó dos discos bajo su seudónimo Against All Logic, el moniker que utiliza de manera intermitente para publicar edits y remixes de música electrónica más bailable. El single Illusions of Shameless Abundance y el LP 2017 – 2019 se alejan de la prolijidad pop que caracterizaba el primer disco del proyecto para conquistar territorios más caóticos y experimentales. Algunas de estas piezas habían sonado en su primera presentación en la última edición del festival neerlandés Rewire de 2019, titulada Free 2 Move, que consistió en un escenario vacío con una instalación lumínica interactiva que invitaba al público a formar parte de la performance. “Cualquier distorsión audible es intencional”, se puede leer en la etiqueta que acompaña el álbum, como una advertencia del collage de samples saturados y desenfreno rítmico que irrumpen desde el primer track. Mientras que en Cenizas Jaar sonaba disperso y sin un rumbo, en los discos de A.A.L. suena despierto y afilado, combinando house, reggaetón, techno y samples de Beyoncé como un DJ despiadado.
Pero hay más. En julio, publicó su tercer LP en el año, titulado Telas. El lanzamiento estuvo acompañado por una página web descrita como la forma líquida del disco, que propone una experiencia interactiva a través de las figuras abstractas y dibujos pixelados del artista visual Somnah Bhatt. Telas parte de una búsqueda similar a la de Cenizas, con el uso de instrumentos de viento y cuerdas customizados que, en palabras de Jaar, buscan sonar no ligados a ninguna cultura, lugar ni tiempo. Pero el álbum se anima a ir más lejos que Cenizas: es la obra de un artista que esta vez logra romper con las formas que lo distraían y atormentaban. Sus cuatro canciones, que redondean los quince minutos, le dan a Jaar el espacio para crear un nuevo lenguaje que no encuentra referencias pasadas en su carrera. Sólo tiene comparación con las performances sonoras que realizó durante 2019, en especial en la Sharjah Architecture Triennial, donde improvisó una pieza para 16 parlantes enterrados en el desierto. Telas sigue un pulso meditativo, mientras explora atmósferas electrónicas y texturas rústicas. En “Telahora”, la primera canción, el sonido rasposo de piedras y arena se entrelaza con percusiones y pianos que ascienden y descienden. Pero entre transiciones caóticas y minimalistas, Jaar encuentra momentos de belleza, casi resolutivos de incertidumbres previas, que hacen sentir Telas como la conclusión de una búsqueda que le ocupó años.
En 2016, Jaar se inspiró en la numerología cabalística y comenzó a publicar discos siguiendo una regla de tres. Abandonar el pensamiento binario le permitió dejar de pensar en sus obras como caras opuestas y trazar conexiones más profundas entre ellas. Así pasó con su disco pop Sirens, el soundtrack de ruidismo orquestal titulado Pomegranates y las suites abstractas y bailables de Nymphs: tres experimentos que partían de una misma sensibilidad hacia resultados muy diferentes. Y lo mismo sucede con esta nueva trilogía de discos disímiles, que se desarrollan como etapas de un proceso de duelo: el enojo de 2017-2019, el luto de Cenizas y la aceptación de Telas. A la inversa de la discografía de James Blake, que Mark Fisher describió como a un fantasma tomando forma, Jaar se disuelve más y más en cada uno de sus proyectos. Y hacia el final de esta trilogía parece no quedar nada, como el minuto de silencio con el que termina Cenizas, o el largo cierre meditativo de Telas. Nos queda un espejo en la oscuridad sin reflejos. Ni siquiera una cara que pueda devolvernos la mirada.
Nicolás Jaar, Telas, Other People, 2020 y Free2Move (con Vincent de Belleval), Bandcamp, 2021.
Imagen: http://www.telas.parts/.
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