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A fines de la década de 1960, Dollar Brand —un pianista nacido en Ciudad del Cabo que, tras presentarse en París al auspicio de Duke Ellington, había descollado en el free jazz norteamericano y grabado con Ornette Coleman, Elvin Jones, Coltrane y Gato Barbieri— volvió a Sudáfrica, se convirtió al islam y desde entonces, además de piano, ha tocado saxo, flauta y violonchelo con el nombre de Abdullah Ibrahim. En las décadas siguientes, Abdullah Ibrahim trabajó con varios grupos y hasta compuso para el cine; lo que en cada caso se hizo patente es que había abierto un campo nuevo: fundiendo un conocimiento profundo de Ellington, Monk y las vanguardias ulteriores con un amplio bagaje de oración islámica, cantos y danzas zulúes y los corales calvinistas de los bóeres, aunando el rotundo toque de su mano izquierda, el fraseo incisivo de la derecha y la concepción orquestal de los combos que formó, su estilo tiene un fervor de larga herencia folclórica y frondas culturales; puede pasar naturalmente de la penumbra contemplativa al humor de fiesta popular o el arrebato expresivo. Con el fin del apartheid y la era Mandela en ese campo ha prosperado una música única, tan afín a las tradiciones del jazz como a las de los ancestros autóctonos, dentro de la cual hoy cabe nombrar, entre muchos, al proteico pianista Nduduzo Makhathini o la cantante y compositora Gabi Motuba. Quien quiera una experiencia de duración puede escuchar a Abdullah Ibrahim en la calma solitaria de sus ochenta y seis años.
Pero ahora toca festejar la aparición de Umdali, el primer álbum a nombre del trombonista, pianista y artista visual Malcolm Jiyane. Desde hace años, Jiyane es parte de Spaza, un grupo de Johannesburgo que sólo se reúne, variando levemente de formación, con el fin expreso de grabar “de una sola tirada material improvisado o escrito”. Algo de este espíritu lleva Jiyane a su álbum. Y es que en el largo período en que lo concebía tuvo una hija, murió el legendario trombonista y maestro Jonas Gwangwa, y falleció su mentor Johnny Mekoa, fundador de la Academia de Música de Gauteng. Todo esto afecta los temas, cuyos recorridos entre la melancolía y el sosiego, entre la aceptación y el ardor suenan como si Jiyane y sus compañeros meditaran espontáneamente sobre la muerte y la vida. No es un mero lugar común; los frugales cinco cortes (cuarenta y cinco minutos en total) ganan en amplitud de sentidos si uno, que como es mi caso no sabe zulú ni otra lengua bantú, se da el gusto de averiguar, aunque no se fíe del todo de la web, qué significan los títulos. Repasemos. En “Senzo seNkosi” [El ojo del Señor], homenaje de Jiyane a su antiguo colaborador el bajista Senzo Nxumalo, una fanfarria de vientos y teclados cuaja en un estribillo lento signado por la percusión de tambor, una neblina de atardecer en donde surge como una serpentina un diáfano solo de saxo. Al mismo ritmo se abre “Umkhumbi kaMa” [El barco de Mamá], en la cual cambiantes, pensativas capas de percusión pronto son agitadas por el groove creciente de la batería, cuyo frenesí se posa sobre un jubiloso trío de trombón, saxo y trompeta. En el danzante “Ntate Gwangwa’s Stroll” [El paseo —o El stroll— de Padre Gwanga”, Jiyane alterna el trombón y los teclados en solos cuyo swing tiene un aura ritual de pregunta y respuesta. Life Esidimeni es el nombre de la subsidiaria de una empresa de salud privada que en 2016 trasladó mil quinientos pacientes a un establecimiento psiquiátrico en la provincia de Gauteng, en donde ciento cuarenta y cuatro murieron de inanición o falta de cuidados sin que hasta ahora haya habido un juicio a los criminales; el tema, vértice político del álbum, plasma la protesta en una orquestación reminiscente de la solemnidad dolorida y la irrefrenable exuberancia liberadora de las bandas funerarias de la vieja Nueva Orleans. En el último corte, “Moshe” [Derroche], el canto de anhelo del propio Jiyane y el vocalista Tubatsi Mpho Moloi se enlaza con el empuje vibrante de la percusión, la batería y el piano y cobra un aire de himno.
Umdali significa “Creador”; palabra que puede connotar una aspiración, explicar la fe ecuménica que despunta una y otra vez en el álbum o ser jactancia de padre por la preciosa nena de la foto de cubierta. Claro que, hablando de música, Jiyane podría tener otro motivo de orgullo. Considerando que Umdali se grabó en Soweto en dos días, asombra el acabado equilibrio entre la coherencia del conjunto y el espacio que dan los arreglos a la improvisación individual. Todos los músicos que se nombran en este artículo son negros; como si pasara por un prisma, la música que a lo largo de un siglo han colaborado a crear es un hechizo multicolor.
Malcolm Jiyane Tree-O, Umdali, Mushroom Hour, 2021. Músicos: Malcolm Jiyane, trombón, teclados, voz; Ayanda Zalekile, bajo; Lungile Kunene, batería; Gontse Makhene, percusión; Nkosinathi Mathunjwa, piano; Nhlanhla Mahlangu, saxo alto; Brandon Ruiters y Tebogo Seitei, trompeta.
Esta reseña se publicó originalmente el 29/9/2022.
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