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Prácticamente nadie que haya cedido a la tentación de leer un blog no fantaseó con acceder a la proyección de una vida de lo más prosaica y a la vez extraordinaria. Nadie que haya leído con frecuencia blogs –y más aún, nadie que haya llevado adelante uno– no pensó alguna vez que, desde ese achatado panóptico lingüístico, tenía al alcance de la mano una herramienta microscópica de conspiración –en contra de otro, en contra de sí, en contra de la realidad– y de liberación instantánea. A través de la calumnia anónima, del post agraviante, las fantasías de venganza del hombre contemporáneo están a la orden del día: a domicilio y a un costo módico, una momentánea y paradójica saciedad ante la inapetencia. Además de las intrigas y la chismografía –una de las liturgias más complejas en el mundo actual–, nadie que lea blogs puede dejar de apreciar las deformaciones, la fealdad y el encanto de las lenguas contrabandeadas en el ciberespacio. Quizás por eso un blog es un arma de doble filo. Puede presentarse como una suma de contrasentidos prodigiosos o como una prisión testimonial cuando la figura de quien lo hace queda subordinada a la actualización diaria y el blog se vuelve una vidriera de contrabando adictivo. Por su soporte, cumple con la fantasía de una obra en construcción, un retrato que no envejece porque se renueva con los ciclos de la cotidianidad. La moral del blogger es, en definitiva, semejante a la de Dorian Gray, que supedita su existencia a la permanencia de una imagen. Sólo que en el primer caso esa imagen egótica es exhibición pública y espectacular, y no un secreto rigurosamente vigilado.
No es apresurado ni perspicaz arriesgar que esta supuesta democratización de la escritura que llegó con los blogs, este modo tan plural de ofrecer lo contingente como post scriptum de la vida, puede terminar funcionando como escenario de expiación y de demagógico posicionamiento entre pares, cuando el blog pasa a ser un desempeño full time. Es decir, cuando deja de ser un pasatiempo y deviene medio efectivo de conversión: cuando su redacción diaria apareja una profesión moral, un cálculo de obediencia o una enajenada disciplina terapéutica. En esa dimensión virtual en la que el blogger profesional construye su identidad y su círculo de influencia imaginario, como si participara de un reality show, la intimidad derrochada –el post scriptum biográfico–, es un bien consumible en ese mercado sentimental trash que tanto se popularizó con Internet. Esta es, entre otras, la señal de nuestra insolvencia política.
Así, al borde de un reality show infinito, la del blogger profesional puede devenir una performance vorazmente egocéntrica –incluso para escritores que apuestan a construir ahí su figura– y, a la larga, autista. La contienda de la actualización diaria, el linkeo como cortejo e intercambio de amabilidades, sumados al conteo de visitas, implican una administración de recursos agobiante. Sin embargo, cuando estamos ante un blog colectivo las cosas cambian, y todo lo dicho puede pensarse desde otro ángulo: en relación con una comunidad de potencias abierta y con un posicionamiento ideológico. Como si implosionara la pulsión autorreferencial del blogger profesional, el blog colectivo se acerca indefinidamente a la curva del presente y produce una expectativa que puede ser modulada y apreciada tal como en una revista. En cada uno de estos sitios, donde se contrastan continuamente ideas y artículos, confluye un público lector fiel que la amable estadística que nos gobierna traduciría en un promedio de mil visitas diarias.
En Argentina, blogs colectivos como Los trabajos prácticos y Kaputt fueron pioneros en este tipo de emprendimientos. Al igual que en una revista, colaboradores y lectores que pasaban a colaborar enviaban sus notas de opinión, sus crónicas e incluso reseñas literarias que no tenían, a priori, límites de estilo ni de espacio. Otro blog colectivo o comunitario, Nación Apache, perfeccionó este funcionamiento y, con un grupo de editores escrupulosos, además de subir artículos donde se improvisan análisis sobre el presente político, crónicas sociales y comentarios de libros, ha funcionado como lugar de debate y confluencia durante el conflicto de la Biblioteca Nacional o a raíz del asunto Di Nucci. Todavía hoy, después de dos años, con más de dos mil cuatrocientos artículos en su archivo, suele hacer un recorte atento de ensayos y notas que aparecen en distintos medios nacionales e internacionales. Otro blog/revista, La contrarreforma, se caracteriza por sus colaboradores jóvenes, por el tono mordaz e invicto de sus artículos, y por mezclar reflexiones políticas con estribaciones literarias y contraculturales. En una línea parecida, pero con un formato trimestral de revista literaria y años en el ruedo, El interpretador y No retornable también son referentes en la web. Con el mismo ímpetu, pero con un perfil más informativo y coyuntural, el blog Hablando del asunto nació con la idea de dedicarse a la actualidad editorial, a la difusión y a la cobertura de eventos literarios y su posterior transcripción. En una iniciativa similar a la de Nación Apache, que organizó unas jornadas de pensamiento, improvisó una serie de charlas con autores. Lo más notable de esto es que un blog se haya hecho gestor de su propio evento, que haya consumado la posibilidad de confluir de una vez con sus lectores, no en una dimensión virtual sino en un ámbito público y civil. Los blogs colectivos no serían tan atractivos si en ellos no asomara un nuevo linaje de comentadores y de críticos libres de las supersticiones más comunes del periodismo cultural –los juicios de valor, las lesivas sinopsis argumentales, etc.–. En el modo de abordar un libro presentan una dosis de espontaneidad que en la prensa escrita parece inhibida a priori por imperativos de espacio y estilo. Claro que esto no es un valor en sí, sino simplemente un rasgo diferencial. En la web, en general, el registro de las notas compagina la velocidad del periodismo con la desinhibición para exponer ideas y, en el peor de los casos, expandir, en una especie de creatio literaria ex nihilo, arbitrariedades de lo más pintorescas. Es probable que, pese a todo, el blog colectivo tienda a viciarse de la misma lógica abnegada –la de la noticia– que abastece semanalmente a los suplementos culturales, y que esa simbiosis a la larga aniquile su vitalidad. Aunque el irrevocable centro de gravedad de un medio es la actualidad, para un blog comunitario es un despilfarro de potencia incorporar cada vez más la casuística neutra del spam: agenda de actividades, inventario de chismes, autobombo, etc. Los blogs colectivos que tomen distancia de la teleología informativa, los que creen celdas cromáticas propias para la producción y el rescate de ideas, tienen todo para durar y cautivar: rotación de colaboradores, todo tipo de licencias editoriales y, sobre todo, énfasis contracultural.
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