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Nueva señalética para laberintos comprometidos
¿Cuál es el mínimo de forma y ambigüedad admisible para que proyectos antidistópicos de núcleo ternurista interpolados dentro de un sistema del arte contemporáneo sigan siendo “artísticos”?
Y una vez afirmados en su pretensión de obra, ¿cómo hacer para que sobrevivan en la selva de signos sin colgarse de los globos cautivos del ideologema ante las primeras señales de interrogación exterior?
Es lo que uno se está preguntando como sufrido espectador ante obras “actualísimas de sesgo social” que parecen limitarse a ”informar” sobre una “situación manifiestamente problemática de la realidad inmediata” con ”lenguaje humanista llano” (ternurista), sin rebajarse a maquillajes apelativos, a “trucos de arte”, suponiendo que la distinción entre espectadores de buen y mal corazón se hará automáticamente y cada uno encontrará silbando bajito el túnel que le corresponda para entrar o salir (para actuar o para rascarse los sobacos frente a un sufrimiento etceterizado).
Encuentro en el lenguaje humanista llano estacional (ejemplo de su terminología: ”inclusión”) una especie de forma blanda de autoritarismo confianzudo que supone una neta y casi evidente repartija entre aquellos receptores fatalmente formateados para un “progreso” y otros pertenecientes a una “reacción” muy ubicua. Dicho de otra manera: en el escenario posternurista el inventario de la mente receptora se considera predividido y la obra aparece en un ex post facto con la cereza ya ubicada en el centro de la crema.
¡Tranquilizadora simplifiqueta! ¡Not for me! Tal vez no toda incitación a la economía verbal, no cualquier less is more en nombre del ternurismo sea motivo de aplauso automático. Porque la concisión ternurista puede estar quedándose con un vueltito un poco grande, visto el asunto desde el arte y no desde los aparatos territoriales de la política.
Intentando, en mi modo silvestre, un otear panorámico de la generación discursiva estacional, diría que la desilusión se vuelve prudencia, la prudencia se está volviendo cobardía y la cobardía, mezquindad. De repente están faltando palabras para amplias zonas de indeterminación discursiva. Y estas grietas suelen ser enduidas con globos de ideologema (y pecho inflado). No se despejan zonas ambiguas y mutantes donde podrían reclutarse nuevos actores para discusiones todavía no rastrilladas que multiplicarían nuestro instrumental-ideológico.
Pienso que estamos en un momento donde falta y no sobra.
Que los políticos hagan lo que se les dé la gana con este escenario, no me dirijo a ellos. Es la jeta del Contemporary Art la que me está arruinando la digestión. Demasiadas obras de sesgo “social” no están abriendo el juego que me gustaría que abran y estarían acomodándose a la territorialización ternurista (cuando no se acomodan directamente a un Saisonabhängiges Geschmack, un Gusto Estacional Almacenero que no es tema de este texto).
Hay un fondo para esto, y es la desilusión tras la victoria del almacenero, que hasta zafó de su última crisis y sigue pa´lante, in-des-truc-ti-ble, chorreando bótox y petróleo. La fe necesaria al fanático para armar largas oraciones destinadas a trabajos de conversión está perdida de momento en el arte, o tan bien escondida que arrojarla a la escena pública requiere de algo parecido al fracking. Ya no queda buen petróleo y ya no quedan ilusiones que al ser despertadas no arrastren consigo un montón de escoria contaminante.
Las operaciones de conversión con aroma de pureza parecen más posibles en el campo político, donde la generación discursiva es acompañada a distancia variable por unos muy concretos “repartos” de favores. Pero el arte, mirado como aplicación, ¿qué reparte, a fin de cuentas? Si destruye la religión sin poner nada en su lugar, si deja los problemas de la belleza y la seducción a la publicidad y la acción social a la política de partidos ternurista, ¿no es casi un acto de justicia que se lo ignore y ocasionalmente se escupa sobre él y su instrumental pedante y arcaico? Todo eso sin que los aparatos ternuristas, con alarmante picardía, dejen de mirarlo con cierta codicia y quieran aprender a ejecutar algunos de sus programas de apelación y retoque.
A falta de vocabulario adecuado, artistas que ni siquiera son malos empiezan a usar lenguaje de aparato partidario, como para ser entendido por los “militantes”. ¿Y los militantes qué? ¿Se ponen a leer a Chris Kraus?
Está faltando acompañamiento discursivo para muchas obras visuales contemporáneas que sin este recurso lucen desangeladas, cuando no incomprensibles. Y, sobre todo, falta atención sobre lo que pasa entre esas obras. Atenti que digo “acompañamiento” y no “explicación”; hablo de señalar cosas desde una complicidad atmosférica. Esquivando un enfoque literario que, aunque respetable en sí, se ha hipertrofiado a un grado que nos aleja de la ciencia.
Preferiría que las imprecisiones terminológicas de este texto sean aprovechadas primero y criticadas después.
Imagen. Inci Eviner, Co-action Device: A Study, instalación, Galata Greek Primary School, Bienal de Estambul, 2013.
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