Inicio » Edición Impresa » MILPALABRAS » Milpalabras

Milpalabras

MILPALABRAS

 

Toreros, bañistas, parturientas

No les voy a mentir: hay que ver la instalación. Las fotos instaladas en el Museo Guggenheim. Pero puedo tratar de explicarme. Es la retrospectiva de Rineke Dijkstra (que nació en 1959 y sigue viviendo en Ámsterdam), en el Guggenheim, como decía. Estamos en el segundo piso, donde termina o empieza (no es muy grande). Hay una secuencia de fotos que no conocía: cuatro toreros. Los retratos de cuatro toreros, cada uno en su rectángulo, después de la corrida. Se nota por las manchas discretas de sangre en la mejilla, en el cuello de la camisa, en el pelo. Los fondos son neutros, pero las tomas están hechas desde una distancia ultrapróxima, intrusiva. En algunos se ve el susto, en otros no. Algunos han considerado las cantidades de muerte que son inevitables en la práctica, otros no. Es posible no hacerlo. Hace poco fuimos a una corrida de toros con Sergio Chejfec (fue la primera, a lo mejor la última). Un domingo, en Sevilla. Lo burgués del espectáculo nos asombró. A la sombra, las familias emperifolladas. Al sol, los más pobres. Seis toros, de vaya a saber qué estancia. Cada una de las muertes, una cada media hora, fue muy rápida. Silenciosa también: no hubo los bramidos que esperaba, pero sí gritos del torero. La celebración del público: agitar pañuelos blancos. Los toreros de Sevilla eran muy jóvenes. Los de Dijkstra (portugueses o fotografiados en Portugal), también.

Del otro lado de la sala hay otra secuencia: mujeres recién salidas de la sala de parto. Una, dos, tres, cada una aislada en su cubículo. Aturdidas, sosteniendo a sus bebés, con cara de no saber qué es eso que sostienen. Desnudas y macizas (el cuerpo, elástico, cambiará mucho en las próximas semanas). Sangrante, al menos una. ¡Qué obviedad! Esto es lo primero que me dije cuando entré en estas salas. La obviedad de la yuxtaposición de las parturientas y los toreros. Dar a luz es un combate, pareciera que quiere decirnos la artista. A muerte, como el de los toreros (que rara vez son muertos por los toros). El estupor, cuando terminan, es el mismo. ¡Qué obviedad!

Pero después razoné que una cierta proporción de obviedad es un ingrediente necesario del mejor arte. La obviedad, si no es mucha, aumenta y disminuye la belleza. En cuanto a la instalación de Rineke Dijkstra en el Guggenheim, la conexión de las dos series ilumina la tercera, que está en la misma sala. Esta serie es mucho más conocida. Es tal vez la más conocida de las series de Dijkstra (es la serie en que definió una identidad reconocible): una decena de retratos de cuerpo completo de jóvenes, niños, adolescentes a la orilla del mar, o de algún lago, un río, una corriente de agua. Manet, como todo. Todo el trabajo de Dijkstra deriva de una lectura de Manet (arriba, en la sala de arriba, están los retratos hechos en el Vondelpark, en Ámsterdam, y en especial una revisión de Le déjeuner sur l’herbe, de la cual, cuando se la ha mirado suficiente tiempo, con la suficiente atención, es difícil separarse). El cuerpo completo que no se asienta en el rectángulo que lo recibe: son un poco como calcomanías. Y Manet deriva de Velázquez, en la forma y en los contenidos. Por eso los toreros. Y por eso en los retratos al borde del agua la luz es tan fría como la luz de algún Manet. De cualquiera, casi.

No lo había notado: estas fotografías fueron tomadas (los retratos de cuerpo completo, digo) en el crepúsculo. El día terminó, pero los niños siguen húmedos. Seguirán húmedos hasta que el tiempo se extinga, como si vivieran en un mundo donde uno pudiera, habiendo entrado al mar, terminar de secarse. No importa que haga frío. No nos importa a nosotros (no les importa el frío, pareciera, a las parturientas que sostienen a sus bebés alzados). Tampoco les importa a ellos, a juzgar por el hecho –lo imaginamos: estas son fotografías– de que no tiemblan. El metal de la cuasi noche los protege o amenaza.

Esto debe ser una obviedad: nos gustan las fotografías que nos muestran lo invisible. ¿Como qué? En las fotografías de Rineke Dijkstra, la comprensión, por parte de los elegidos, los que el fotógrafo celebra, de una gran vulnerabilidad. La vida en peligro, como siempre, pero ya, enseguida, reaccionando en una sobreafirmación, allí, sobre los pies posados en piedras redondas o arena que nunca se seca, sobre el mosaico de la sala de partos o la madera de la habitación donde los toreros se reúnen a conversar después de la corrida. La vida que va pasando a la existencia por el ojo de una aguja: todo esto, estas composiciones de hueso, carne y nervios, es improbable. Como la diminuta turbulencia que componen, en cada una de estas fotos, el miedo elemental y una extrema, incluso cuando es débil, energía. ¿Lo perciben los fotografiados? No parece. Lo percibimos nosotros, como si fuera un rumor en el fondo de la superficie. La impresión que tenemos es la de una vasta indiscreción: aquí se revelan secretos que los individuos alojan y que desconocen, pero sin duda sospechan. O un secreto solo, siempre el mismo. Un secreto banal, una obviedad, posiblemente. Hay otras fotos muy notables, arriba, en el quinto piso: soldados israelíes antes o después de la batalla.

 

Imagen. Rineke Dijkstra, Vila Franca de Xira, Portugal, May 8, 1994, impresión cromogénica, 90 x 72 cm. Cortesía de la artista y Marian Goodman Gallery, Nueva York y París. © Rineke Dijkstra.

1 Sep, 2012
  • 0

    Milpalabras

    Alan Pauls
    1 Mar

     

    Fischli & Weiss y The Way Things Go. La comedia de las cosas 

    The Way Things Go (1987) es una reacción en cadena filmada que dura...

  • 0

    Milpalabras

    Lux Lindner 
    1 Sep

     

    Nueva señalética para laberintos comprometidos

    ¿Cuál es el mínimo de forma y ambigüedad admisible para que proyectos antidistópicos de núcleo ternurista interpolados dentro de un sistema...

  • 0

    Milpalabras

    Néstor García Canclini
    1 Mar

     

    Todo comienza al preguntarse sobre el ocultamiento de la amistad. ¿Por qué si hay tantos libros y revistas dedicados al amor, se reflexiona poco, salvo en...

  • Send this to friend