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Antología crítica

Francis Ponge

OTRAS LITERATURAS

Esta antología crítica de Francis Ponge, hecha por el poeta chileno Waldo Rojas, amplía, casi duplica en extensión otra que se publicó aproximadamente hace veinte años. La situación de un poeta tan particular como Ponge no ha cambiado mucho en nuestro idioma: se consiguen pocos de sus libros, se lo traduce poco. Quizás porque en algunos aspectos, que son cruciales para su poética, pareciera casi intraducible. Los juegos etimológicos, la afición a proverbios, la descomposición de palabras, la creación de otras, la cercanía de su obra con una larga tradición de la lengua francesa, son todos elementos que cuesta recrear fuera de su idioma natal, nativo, natural. Sin embargo, la insistencia en traducirlo tiene sus premios: Ponge piensa la poesía en su peculiar prosa; hasta lo más insignificante en sus escritos empieza a girar bajo la presión doble que le imprime su estilo y refracta, como un prisma cristalino, múltiples posibilidades. Por un lado, las cosas callan, tienen esa naturaleza, pero ahí están: mesa, vaso de agua, higuera, perros, camarones; y Ponge se pregunta, reclama por ellas, ¿cómo es que no se atendió, no se escuchó el himno, el idilio, el encomio o la imprecación que cada cosa manifiesta, tácita y fenomenológicamente? Por otro lado, las palabras, también desatendidas de alguna manera, gastadas, repetidas, usadas para la orden o el pedido, parecen perdidas en el habla común, en el ruido diario, como si no sonaran en absoluto, como si no resonara en ellas otra historia, una manera de ser. Y a veces, ahí está el poema, pareciera que la cosa se hubiese movido, sin perder su estatismo, y que se desplegara en la palabra. Se da un juego donde el objeto se torna vivaz, ofrece su júbilo a la felicidad del poema. La figue (“el higo”) abre su sílaba discreta para besar el fruto y morder la madurez que se ha desprendido de la higuera. No obstante, como bien sabe todo lector de las aproximaciones de Ponge a los objetos, que es también una crítica del humanismo sentimental de cierta tradición lírica, no se trata de un nominalismo místico. La cosa no está adánicamente en la palabra que la designa. Más bien hay dos órdenes, palabras y cosas, y escribir sería agitar, remover el orden verbal, desordenarlo, recomponerlo, para que se anime un poco, para concebir en el lenguaje algo que tenga una consistencia análoga a la de una cosa en el mundo de las cosas. Y esa analogía bien puede ser una promesa, porque si “el mundo mudo es nuestra única patria”, es contra ese silencio, a favor de su presencia, que nuestro hablar puede imaginar que deja de ser cháchara y reiteración.

Las dificultades de traducción de Ponge, a las que habría que sumar los enormes problemas que plantea seleccionar una antología en la complejidad textual de su obra, antes que amedrentar las vigorosas versiones de Rojas, las estimulan. “Tarea enigmática o pretensión maligna”, dice en la presentación de su labor. Pero es también la apuesta: la intervención de Ponge, de un aire pongiano, lúcido, perceptivo, formalmente inaudito, en este castellano que nos toca. Y todas las notas del traductor, que son multitud, referidas a lo intraducible de ciertos pasajes, que aclaran refranes, juegos de palabras, etimologías, alusiones semiocultas, brindan un paso más del acercamiento de Ponge a nosotros. No es una traducción, en tal sentido, limpia, satisfecha de sus logros, sino que a cada momento abre las puertas de su taller, nos invita a retraducir lo traducido, porque una esponja —éponge, juego del gusto del autor que firmó Ponge— no sólo a veces limpia, y da esplendor, sino que también raspa, refresca, blanquea una superficie para lo nuevo.

 

Francis Ponge, Antología crítica, selección, introducción, traducción y notas de Waldo Rojas, Gog y Magog, 2016, 408 págs.

10 Nov, 2016
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