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TEATRO

“¿Hoy es el estreno?”, pregunté extrañado al bajar los escalones de Apacheta Casa Estudio y encontrarme con un cóctel —por lo demás, bastante generoso— de vino, pan y queso. Una espectadora me respondió que no, ya conocía a varias personas que habían asistido y, al parecer, era parte de la propuesta: un ágape ameno y neblinoso en torno a una gran mesa de madera, redonda como un lago.

Alrededor, las sillas, algunos pufs, muchas velas y libros de arte. Los reflectores cálidos tajando el polvo. Más que entregarme a la experiencia social, cercana a la de una inauguración, comprendí rápidamente la coherencia absoluta de la puesta en escena de Guillermo Cacace. Las piezas de teatro de Chéjov son tan complicadas de representar, que todavía aceptamos el sentido común de imaginar a sus personajes hastiados, sentados, a veces dormitando, tomando té y jugando a las cartas en el jardín. Por supuesto que tal percepción no es completa, pero tiene algo de verdad formal.

En Gaviota nos entregamos felices e inconscientes a una modorra de queso y vino sin saber que ya estamos siendo espectadores activos que ingresan hospitalariamente a un código realista. La acción en Chéjov es elíptica y coral; las preguntas fundamentales de la vida emergen del silencio que sigue a las trivialidades de la sobremesa; los conflictos palpitan, casi imperceptibles, y sólo son comprendidos en su tridimensión cabal saltando de un personaje a otro, es decir: de una insatisfacción a la siguiente, de un sueño truncado a otro sueño truncado.

A la visión preliminar del cóctel siguió la de una lectura dramatizada con cinco actrices estupendas. El propio Cacace, acomodador-director, nos ubicó con lista en mano. ¿Desde dónde hay que mirar? Pronto advertimos que, mínimamente, a alguna de las cinco actrices no la íbamos a poder ver. Cada obra es distinta en cada función, pero en esta son por lo menos cinco posibilidades abiertas, correspondientes no sólo a cada grada, sino al personaje sobre el cual decidamos fijar la mirada o incluso, en algunos casos, rozar los hombros.

Este espectador estuvo frente a Nina, La gaviota (Romina Padoan), y puede dar cuenta de la incisión intensa de su mirada que —plegada sobre el propio arte de interpretar, pues esa es la materia de su personaje— abisma, al mismo tiempo que ampara. Cacace, que también controla la música, evidencia todo cuanto puede desde el comienzo: nos invita a sentirnos como en casa, lee los mensajes del grupo de WhatsApp que armó con ellas antes de la pandemia, cuenta cuándo ensayaban (“los domingos a la tarde, cinco minutos antes de suicidarnos”) y explicita el inicio. “La función va a comenzar pronto”, dice Clarisa Korovsky como ella misma, pero también lo está diciendo Masha, narradora soberana de esta experiencia.

Antes de darnos cuenta ya estamos muy adentro, en Kiev y en San Telmo. El distanciamiento, vehículo de entrada a otro realismo posible, no se detiene aquí pues, cuidadosamente, al tiempo que las actrices dejan de leer el texto —luego pasan a interpretarlo, con la memoria al aire, como un dispositivo más; y finalmente lo encarnan, viscerales— las didascalias son integradas al diálogo como una tercerización afectada que potencia la omisión del movimiento. Ellas dicen hacer lo que el texto acota que hacen y a veces acotan la acción de su interlocutora.

Por lo demás, la adaptación libre de Juan Ignacio Fernández sedimenta las situaciones aisladas permitiendo que los vínculos, los desamores, las frustraciones más hondas circulen y se dispersen frente a nosotros. Al ser La gaviota también una ars poetica del propio Chéjov, el montaje de Cacace no deja de ser una declaración estética. Es, pues, mediante algunos destellos de narración y detenimiento de la acción que la irrepresentabilidad decimonónica logra representarse descarnada. Se puede hablar mucho de la experimentación formal de la obra, pero lo cierto es que aquel sistema de refrenamiento físico estimula el desgarramiento espiritual de estos seres descentrados que nos hablan al corazón. Como los mejores homenajes, Gaviota es una actualización viva y su desvío vanguardista desemboca en el naturalismo más alto.

 

Gaviota, versión libre de La gaviota, de Antón Chéjov, dramaturgia de Juan Ignacio Fernández, dirección de Guillermo Cacace, Apacheta Casa Estudio, Buenos Aires.

 

 

12 Oct, 2023
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